Mini Cooper, un clásico que nunca pasa de moda 



Por Javi Martín para Eventos del Motor. 

Mini. Para muchos, la denominación de una marca, para otros, un coche histórico. Ambos tienen razón, pero ambos se refieren a momentos distintos en la historia de ese nombre, que ya desde el primer momento buscaba dejar claro que se estaba ante un coche muy pequeño. La aparición del primer Mini –así, en minúsculas–, data de 1959 y tiene su origen en el Reino Unido, concretamente en la compañía British Leyland Corporation. Allí, el ya famoso Alec Issigonis creó un automóvil cuyo aprovechamiento del espacio y cuyas soluciones se convirtieron rápidamente en una referencia, al igual que su buena respuesta y su bajísimo centro de gravedad.

Es decir, Mini, en realidad, comenzó siendo un modelo y no una marca, que se comercializó como Austin Seven y como Morris Mini Minor. Fue BMW quien convirtió al modelo en una marca, tras conocer el enorme potencial que tenía, y ya hemos visto que no estaban precisamente equivocados ¿verdad? Aunque también es verdad que la marca ha derivado por unos derroteros que nada tienen que ver con la idea original, ni del coche ni de la marca que creó BMW. Ahora MINI no tiene nada de MINI, cada día está más centrada en el lado “pijo” y aspiracional que en otra cosa.

Atrás queda la deportividad que solo John Cooper fue capaz de adivinar en este pequeño automóvil y atrás quedan cosas que merecen ser recordadas, como por ejemplo, que fue el primer Mini Cooper el motivo por el que se creó el primer equipo oficial de rallies de la historia de la disciplina. Otro punto importante en la historia del Mini tiene que ver también con los rallies, pero en esta ocasión se trata de la primera victoria de Pat Moss en la categoría, copilotada por Ann Wisdom. Seguro que os suena el apellido Moss, y con razón, pues Pat resulta ser la hermana menor de Stirling Moss y su victoria en rallies quedó escrita en la historia de la disciplina porque fue la primera victoria internacional del Morris Mini Cooper.

Ese coche que desarrolló John Cooper poco tiene que ver con el actual, cuya máxima expresión tiene nada menos que 306 CV. El original, el primigenio, era mucho más humilde, a juego con el planteamiento general del coche. John Newton Cooper –nombre completo de Cooper– era el hijo de Charles Cooper y, junto a él, fundó Cooper Car Company, un nombre que será recordado por siempre al introducir en la Fórmula 1 el primer chasis con motor trasero central, aunque esa es una historia de lo más interesante que, quizá, contemos algún día.

Cooper vio en el Morris Mini un gran potencial y comenzó a trabajar en una versión más potente. El Morris Mini –o el Austin Seven– destacaba por un centro de gravedad muy cercano al suelo, por una estabilidad altísima, así como por una agilidad igual de elevada. Todo ello provocado por su configuración, que colocaba las ruedas en las esquinas de la carrocería –cuya suspensión era unos topes de goma–, que se sumaba a su ligerísimo peso. Lo más destacado que realizó Cooper fue la introducción de un motor de 997 centímetros cúbicos alimentado por un carburador doble, capaz de rendir 55 CV, casi 20 CV más que la versión que se comercializaba entonces.

Este solo fue un primer paso, porque luego llegó un motor más grande y, obviamente, más potente, un propulsor de 1.071 centímetros cúbicos con 70 CV, que dio lugar al Morris Mini Cooper S –S de Special–. Sobre esta versión se creó el coche de rallies, cuyo motor alcanzaba los 90 CV y sirvió para que Paddy Hopkirk (con Henry Liddon) y Timo Mäkinen (con Paul Easter) lograran la victoria en el Rallye Monte-Carlo de 1964 y de 1965, respectivamente.

Tras estas victorias, el Cooper S siguió evolucionando y en 1965 apareció el motor de 1.275 centímetros cúbicos con 77 CV, versión que se empleó para, en 1966, desarrollar la versión que competiría en rallies. Esta alcanzó la nada despreciable cifra de 102 CV y permitió una de las hazañas más famosas del pequeño Mini: se coparon las tres primeras posiciones del Rallye de Monte-Carlo. Una victoria que se anuló por el uso de una bombilla no permitida por la legislación francesa. Una sanción que fue tremendamente discutida, porque una bombilla no afecta al rendimiento del coche y no influyó en los resultados.

Al año siguiente, tras muchos rumores sobre una posible ausencia por descalificación del año anterior, el equipo Mini se presentó en 1967 nuevamente y volvió a llevarse la victoria, pero esta vez con el finlandés Rauno Aaltonen, también con el británico Henry Liddon a su derecha. Se dice que aquel Mini Cooper S tenía un propulsor capaz de alcanzar los 135 CV. Al año siguiente, 1968, cambiaron las tornas y se eliminó el handicap que compensaba los tiempos de los coches según la potencia, así que los Mini no pudieron con los más potentes aunque no por ello se evitó que los BMC Mini Cooper S se colocaran 3º (Rauno Aaltonen–Henry Liddon), 4º (Tony Fall–Mike Wood) y 5º (Paddy Hopkirk–Ronald Crellin).

El Mini pasó a ser Mini antes de que llegara BMW; ya en las manos de Rover, firma británica que fabricó el modelo entre 1990 y el año 2000. Durante esos años, el Cooper S llegó a tener un motor de 80 CV, nada mal para su contenido tamaño, aunque se ofrecía un kit llamado “S Work” que permitía aumentar la potencia hasta los 90 CV. A partir del año 2000, fue BMW quien empezó a controlar el sello Mini, y eso, ya es historia más reciente.

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