Artículo de Raymond Blancafort 

Historia: Aquellos veranos de las Gymkhanas... 



Por Raymond Blancafort.

Con ocasión de las 24 horas de Barcelona del Circuit de Barcelona-Catalunya estaba prevista una prueba del Campeonato de Catalunya de Slalom, aunque finalmente la anulación de la prueba de resistencia también entraña la supresión de esta singular prueba. Sea como fuere, esta prueba de Slalom me ha retrotraído a mi juventud, a hace muchos años, más de 50…. cuando se creó en Catalunya, de la mano de Noé Tena –persona muy vinculada a Mobylette, pero también alguien muy importante en el ciclismo– el Campeonato de Catalunya de Gymkhanas (lo siento, Ken Block: has copiado el nombre).

Bueno, había muchas Gymkhanas. Los estudiantes organizábamos unas en Barcelona para recaudar fondos de viajes de fin de curso…. se trataba de adivinar varios puntos de destino –primero fueron a pie y luego ya en coche– y presentarse en ellos convenientemente disfrazado o llevando algún objeto específico. Pero de las que hablo eran lo más parecido “a las carreras de coches’”, porque era necesario ser hábil y rápido.

Eran pruebas veraniegas, para distracción de lo que entonces era “la colonia”, es decir, los forasteros que pagaban en verano y que organizaba normalmente el Casino –toda una institución en aquella época, un suerte de club en el que se relacionaban, en este caso, los veraneantes–, centro de reunión que montaba sus campeonatos de ping-pong, domino, butifarra, bridge, tenis o frontón preferentemente y que en algunos casos eran además propietarios de la piscina.

El escenario, el sábado o domingo por la tarde, era el campo de fútbol local, donde desde primera hora de la mañana un grupo de voluntarios clavaba unas estacas y utilizaba tiras de banderolas para delimitar el “circuito”, sudando la gota gorda bajo el implacable sol de julio y agosto, incluso inicios de septiembre.

Un recorrido en el que los competidores debían superar diversos obstáculos, no todos de conducción. Había siempre un slalom entre botellones de Coca Cola –que siempre apoyaba la iniciativa–, una suerte de balanza donde el conductor debía demostrar la habilidad para quedar en equilibrio, con ambos extremos de la misma en el aire, una maniobra marcha atrás en la que debías tirar una de las botellas de madera de Coca Cola, pero sin derribar lo que estaba sólo un poco más atrás, etc. También había obstáculos en los que el o la acompañante debía mostrar habilidades, ya fuera “pescar” algo en marcha o cualquier otra prueba fuera del coche. Incluso había alguna prueba a superar conductor y acompañante en pareja. Siempre cronometrado, por supuesto. Poco a poco, conducción y crono fueron tomando protagonismo y las pruebas de habilidad fuera del coche quedaron un tanto relegadas.

Fueron tan populares que salían en los diarios e incluso el NO-DO dio algún año un reportaje de la final. Los recuerdo muy bien. Yo era uno de los que montaban el circuito en la prueba de El Figaró, donde pasaba el verano. Sudaba la gota gorda por la mañana a pleno sol clavando las estacas para delimitar el recorrido, montando los obstáculos. También hice de control hasta que tuve el carnet de conducir y entonces comencé a correr alguna, no muchas, con éxito discreto.

Recuerdo que sábados y domingos nos citábamos después de comer en el Casino para ir a las diferentes gymkhanas: Cardedeu, La Garriga, Canovelles, Vilassar y muchas otras. Y siempre, ya por las Fiestas de la Merced de Barcelona, los mejores tenían acceso a una gran final en la Avenida María Cristina de Barcelona, con las fuentes de Montjuïc como escenario.

No, no vayan a pesar que los participantes eran simples “diletantes”. Muchos nombres gloriosos del automovilismo catalán se iniciaron en ellas o eran asiduos participantes. Recuerdo los hermanos Juncosa, no sólo Manel y Jaume, sino también su hermana Inmaculada; creo que el padre Juncosa también disputaba algunas. Jorge ‘Chi’, su hermana Nuria Viñas, Goliath, Norat Salom, la dinastía Bäbler y alguno más competían con asiduidad.

Y los otros las preparábamos a conciencia. Días antes en el campo de fútbol “entrenábamos” un improvisado slalom o el girar con freno de mano, importante sobre todo en el obstáculo de dar un giro completo, de 360º, alrededor de la botella de Coca Cola (¿vendría de allí mi afición a la Coca Cola o era anterior?). Y los más, se las ingeniaban para sacar el tapacubos del coche, porque era más deportivo; y si este era un 600, levantar la tapa trasera, la del vano motor, era casi obligado. Si tenías un escape, un volante Nardi y ponías dos sujetacapos de goma… tenías un “coche de carreras”.

Eran tan populares que se superaban con creces los 100 participantes… la mayor parte de los cuales se quedaban a la fiesta de reparto de premios, una verbena nocturna, porque las copas eran abundantes: no había veraneante de postín que no ofreciera su trofeo y los que eran empresarios, los ofrecían en nombre de su empresa. Lo recuerdo bien: mi padre era uno de los organizadores de la de Figaró y por tanto también donante de trofeo.

Y recuerdo astucias para correr pese a no tener carnet; desde quien lo falsificó a quien usaba el del hermano mayor o hacia que este se inscribiere pero tomaba el volante él. En aquella época éramos muchos los que comenzábamos a darle al volante a los 14 años aprovechando los muchos caminos y descampados. Los de Figaró, Aiguafreda o Seva solíamos ir a lo que hoy es la urbanización de El Montanyà, que popularizó Johan Cruyff: trazaron el primer camino, que llevaba de Aiguafreda a El Brull/Seva y alguna calle adyacente, pero después estuvieron las obras paradas algunos años.

Y este slalom me ha recordado aquellos viejos tiempos. Está claro, uno se hace mayor y ciertas nostalgias afloran.

© Raymond Blancafort
Agosto 2020

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