40 años del Rallye Algarve de 1980, la prueba que dio matemáticamente el título europeo de rallyes a Antonio Zanini 

Historia: Rallye Algarve 1980: “¡Por fin!” 



Por Josep Autet.

En 1980 acompañé a Antonio Zanini en la mayor parte de los rallyes del europeo: entrenaba y entregaba al final del reconocimiento las notas al copiloto, hacía el plan de asistencia, preparaba los viajes y el contacto con la organización, verificaba con los mecánicos de Alméras, asistía al campeón en todo y viajaba con él sin parar... La experiencia en el Rallye Urbibel Algarve 1980 nos marcó a todos, por la posibilidad de correr y vencer un rally no previsto con una máquina y un equipo de primer nivel ¡y porqué ganamos el título continental! Os invito a leer el texto que preparé hace meses para “Histórias das Corridas” (Artur Lemos) y que hoy es más actual que nunca.

Una de las cosas que no hice en aquel inolvidable Campeonato de Europa de Rallyes de 1980 fue sacar fotos. Ni se me ocurrió llevar una cámara en aquellos continuos viajes, algo poco habitual en esos años por cierto, pero viéndolo ahora en pasado ¡lo que daría ahora por tener inmortalizado alguno de esos instantes! El alucinante curro en el que estuve metido en 1980 fue un aprendizaje de vida que nunca podré olvidar. Hace 40 años de aquella aventura, se dice pronto…

Aunque el Rallye Catalunya fue la última carrera de la temporada 80 y en la que se celebraron de una tacada los títulos europeo y español, la prueba definitiva de ese final de campaña fue el Rallye Urbibel Algarve, anterior a la cita catalana. Zanini se había inscrito en el Algarve “por si acaso”, antes incluso de correr el RACE, pero las pocas migajas que quedaban en la cartera del dinero aconsejaron no ir, por lo que la inscripción se canceló. Pero surgió la posibilidad de correr en el sur de Portugal con un Escort RS, tras la proposición de Rafa Cid y lógicamente luego de Miguel Oliveira, que permitieron que Antonio y un servidor mantuviéramos la maleta bien repleta de ropa sucia para viajar directamente desde Málaga a Faro. Al Escort RS con Zanini de primer conductor se le dio el nº 16 porque era el número que estaba previsto inicialmente para Rafa Cid.

Nos alojamos en una casa que nos cedió Miguel Oliveira en Aldeia das Açoteias, villa turística del Algarve, despoblada en noviembre, que además sería la base central del rally. Recuerdo perfectamente que nada más llegar tuvimos que hacer una colada improvisada, algo que no era la primera vez que hacíamos aunque no quiero ni pensar cómo de limpia debía salir la ropa... Creo que nos pasaron ese mismo día toda la información necesaria para entrenar y al día siguiente ya estábamos reconociendo un rally mayúsculo, una especie de mini Safari con un montón de kilómetros para anotar.

Fue un trabajo arduo e intenso, ya que tuvimos que apuntar 15 especiales, en total cerca de 250 km por caminos y carreteras totalmente desconocidos para nosotros. El Algarve de 1980 estaba diseñado en forma de tres grandes bucles, uno por día de carrera, con 5 especiales distintas diarias, 1 de ellas de asfalto, que se repetían dos veces. El primer día se iba de Faro hacia Monte Gordo (al este), el segundo día el giro era hacia al norte y oeste de Aldeia das Açoteias, hasta Casino de Alvor, mientras que en la tercera jornada se iba al oeste, hasta Vila do Bispo.

No recuerdo problemas especiales, salvo que tuve que hacer los apuntes en un multifin con hojas intercambiables ya que así era como Miguel Oliveira quería las notas. La verdad es que se las entregué lo más ordenadas que pude ya que las anotaciones y los repasos los hacíamos dependiendo de los horarios y planes del día, de modo que podía mover las hojas y se lo dejé todo en orden de rally. Aunque me apliqué mucho en las anotaciones, en especial con las “reparaciones” nocturnas para dejar los borrones y tachaduras en el mejor estado posible, es de admirar como el Dr. Oliveira pudo luego entender mis notas ¡sin haber entrenado nunca con un piloto desconocido para el!

Ni el propio Zanini recuerda para qué, pero tuvo que ausentarse una noche y un día entero para trasladarse a Madrid, yo me quedé en la casa puliendo las notas y principalmente confeccionando el plan de asistencia. Tenía la radio siempre puesta para distraerme y me acuerdo como si fuera ahora que anunciaban muy a menudo un film denominado “La Luna”, de Bernardo Bertolucci. Aquel día de soledad me fue de maravilla para dejar un plan de movimientos más o menos limpio y con las anotaciones de cruces y lugares de asistencia que había ido viendo en los entrenamientos.

Para dar servicio al Escort RS disponíamos de un total de 4 vehículos y sus correspondientes dotaciones: un Ford Transit, una furgoneta Opel, un Citroën DS y un Chrysler 150, coche este que utilizamos principalmente Alberto San Antonio, de Michelin, y un servidor para llevar ruedas de un lugar a otro. El DS lo conduje bastante los dos días previos, me acuerdo que en una ocasión para ir con la Sra. Rosa, madre de Miguel Oliveira, al supermercado a comprar la intendencia de la carrera. Palanca de cambio en el volante, funcionamiento la mar de agradable y cómodo y los faros girando al ritmo del volante, algo que yo no había visto nunca.

El lío de neumáticos era realmente grande al ser un rally mixto con algo de asfalto en medio de unas pistas de tierra a menudo con mucho kilometraje y algunas de ellas en un estado muy duro. La ayuda de Michelin durante toda la temporada europea fue de una importancia vital y en este Algarve estuvo al mismo nivel que con el Porsche. De 10, vamos. Según mis papeles teníamos 50 llantas de diferentes medidas, que en el camión de Michelin los operarios equiparon con gomas SB, TB y PB para asfalto y RC12, RC14 y Nora para tierra.

Acompañando a San Antonio me ocurrió una cosa de aquellas que con unos cuantos años más no me hubiera sucedido. Fui a repostar el Chrysler 150 en pleno rally mientras Alberto estaba comiendo algo en un bar, creo recordar, y entre papeles y ruedas le dije al de la gasolinera: “Cheio, por favor”. El operario llenó, pagué, cogí el recibo y me fui del lugar para recoger a San Antonio… pero no pude llegar, estaba como a 300 metros del lugar y el coche empezó a ratear, claquear, dar saltitos y proyectar una humareda muy negra por el escape… “¡me he cargado el motor!”, pensé, pero no, que va: el hombre me había llenado el tanque con gasoil y el motor era un 1.442cc ¡de gasolina!

Se tuvo que vaciar todo el depósito no sé como, suerte de tener una asistencia de carreras con nosotros. Yo me fui andando al surtidor… y el señor ya no estaba allí, nadie sabía nada…. Afortunadamente no le pasó nada al motor y convenientemente limpio el Talbot nos permitió seguir con la tarea, pero la novatada aún resuena en el lugar.

La experiencia del equipo Diabolique, con David Sutton en persona moviéndose por ahí, fue clave para que todo funcionara como un reloj y Antonio y Miguel –y su extraordinaria máquina, por supuesto– llegaron al podio final de Aldeia das Açoteias bien entrada la madrugada del 2 de noviembre de 1980. Ya clareaba cuando Antonio y un servidor llegamos a la casa que nos sirvió de alojamiento en aquella singular aventura portuguesa. Nada más entrar, Antonio cerró la puerta y exhalando aire de sus pulmones dijo: “¡por fin!”. Aquella breve expresión significaba la consecución de un triunfo por todo lo alto en un programa continental por el que, 9 meses antes, nadie habría apostado.

@ Josep Autet
Publicado en “Histórias das Corridas” el 10 de agosto de 2020

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