Mi visión sobre las Mille Miglia que he vivido en directo 



Por Antonio Arderiu.

Cuenta la historia que, cuando D. Alfonso Cabeza de Vaca y Leighton, Marqués de Portago, llegó al control de Roma en la edición 1957 de la Mille Miglia, pilotando su Ferrari 335S y luchando por las primeras posiciones, le advirtieron que debía detenerse en la zona de asistencia pues la chapa del vehículo rozaba la rueda trasera izquierda. Fon, como se conocía al Marqués de Portago, decidió hacer caso omiso y prefirió pasar la neutralización dándose un achuchón con la actriz Linda Christian, que había venido a verle, en lugar de estar en la “service area” reparando su vehículo.

Nada más salir, a los 12 km y en un lugar llamado Guidizzolo, la rueda reventó, el Ferrari se salió violentamente de la carretera y acabó con la vida del Marqués de Portago, de su copiloto Edmund Nelson, que era también su ayuda de cámara, y de diez espectadores. Eso supuso oficialmente el fin de las carreras en carretera abierta en Italia pues años antes a Giovanni Bracco, que iba con un Delage, le había ocurrido algo similar (lo de Linda Christian no, lamentablemente para el) pereciendo en el lance cinco espectadores.

¡¡Vano intento!! Hoy en día, las “Mil Millas” son una desbocada excursión de más de 1.600 km recorriendo Italia central, donde los pilotos “pasan“ de las medias y de toda norma de tráfico, entre dos muros de espectadores, todos con la banderita de las MM, sea la hora que sea, a toda castaña y adelantándose entre ellos con coches en dirección contraria, tomando las rotondas por donde no se debe, subiendo a la acera, haciendo caso omiso de semáforos, etc., acompañados por una dotación de elegantes Carabinieri que evitan el desastre. Y que van a buscar también a los que se pierden, cuestión harto difícil porque toda la ruta está señalizada por la “Freccia Rossa”, que se ve desde lejos por lo que, si alguien se extravía, o está borracho o es tonto de solemnidad.

Este año he vivido las “Mil Millas” desde dentro y he sido consciente de que he asistido a un espectáculo único. Las MM son glamour, pasión, historia viva del automóvil, es conducir vehículos de otros tiempos como se conducían entonces, a todo trapo, también son emoción, sentimiento. En definitiva, es Italia. Más de 400 vehículos, a cual mas interesante, dominando los italianos: Alfa Romeo, Ferrari, Maserati, Lancia, Fiat, OM, etc., junto con una escuadra de Mercedes Benz “Alas de Gaviota”, asistida directamente desde fábrica con un despliegue de medios digno de la Fórmula 1 pero que no les sirve para nada, pues las MM son para los italianos. Junto a ellos Bugatti, Bentley, Aston Martin Ulster, Amilcar, MG, Triumph, BMW, Porsche, coches que también dan su guerra. Y vehículos populares, uno de cuyos modelos había participado en alguna edición de las MM como Fiat Topolino, 1100, TV o Balilla, Renault 4/4, Peugeot 203 que, no por ser populares, iban de paseo, sino todo lo contrario.

Para complementar el elenco, equipos del Ejército con Fiat y Alfa Romeo, de la Guardia di Finanza con versiones Alfa y del Arma di Carabinieri con Fiat, equipos que participaban a todos los efectos y que, en la conducción, se olvidaban de sus propias enseñanzas. Los coches, además de pasar por un riguroso comité de selección, tener la tarjeta FIVA y hallarse inscritos en el Registro Histórico de las MM, deben estar en optimas condiciones de presentación. Y si, por casualidad, alguno llega al parque cerrado sucio, hay un equipo de lavado especial para que luzca y a donde le dirige con amabilidad la organización. También es curioso que las verificaciones se hagan llevando el vehículo empujando y, una vez pasada, dispongan de un minuto para ponerlo en marcha, al más puro estilo “Regolarità”.

Las MM son glamour: Pilotos y ex pilotos de F1 como Arturo Merzario, Giancarlo Fisichella y otros, suelen participar. También actores y actrices, presentadores de TV, modelos, duques, marqueses, americanos petroleros, cirujanos famosos, abogados, notarios, etc. etc. Todos ellos muy elegantes aunque estén sudados hasta la ropa interior. Yo diría que han inventado la elegancia en el sudar. No había ni uno zarrapastroso y los cascos famosos de las MM –que no sirven ni para detener un corcho y cuestan un “oeuf” y parte del otro–, lucían por doquier, así como los foulards, los polos, los monos, etc. Y para colmo, llegando a Roma en el control horario de Villa Borghese descendías a Via Veneto, cerrada a cal y canto para las MM y hacías 65 km. por Roma a toda velocidad y rodeado de aficionados agitando las banderitas.

Las MM son pasión. Pasión de Italia por sus coches, pasión de los italianos por el automovilismo, pasión de la gente por SU espectáculo. Fuere la hora que fuere, ibas rodeado de un muro de personas a ambos lados de la carretera, todos con las banderitas que la organización repartía y sabiendo vida y costumbres de cada modelo de vehículo. En los controles horarios, procuraba escuchar a los espectadores y sabían mas de los coches y la carrera que cualquier libro no italiano. La pasión también se expresaba haciéndose a un lado cuando veían los faros de los vehículos de la carrera y apartándose si venían de frente.

Sin pasión sería imposible hacer las MM, pues imagínense ustedes a un Bugatti Type 35 circulando en medio del tráfico actual y, sobre todo, caótico, del territorio italiano, respetando semáforos, colas y otras lindezas. Y como máxima expresión Siena, en plena Toscana, donde se monta el control horario en la famosa Piazza del Campo, cubierta por una enorme bandera italiana y donde los coches llegan a buena marcha por aquellas callejas estrechísimas, atronando la ciudad con el ruido de sus motores y en tensión continua para no incrementar la estadística de turistas atropellados, ¡algo único!

Las MM son espectáculo. Ver moverse estas piezas de historia al ritmo para el que fueron creadas; oír el rugido de los motores en los pueblos que se atraviesan a todo gas; ver algún Ferrari de 1950 deslizando la trasera o un Bugatti 35 subiendo el Passo della Cisa; observar las asistencias (casi cada participante lleva asistencia y hay equipos con varios coches) al más puro estilo Monte-Carlo, es decir, aparcándose donde podían y con el panel indicador del número de competidor, también dan mucho colorido. Aquí debo señalar que la organización contempla unas “service areas“ en el itinerario, lugares a las que no va ”ni Dío” y si, por el contrario, todos acuden a los lugares más pintorescos. La caravana que precede a la carrera, el Ferrari Tribute, y la que les sigue (patrocinadores, MM Green, etc.) con las flechas rojas por doquier y el publico gritando y animando forman parte también de las MM. Es como el Tour de France de bicicletas pero mucho mas bonito e interesante.

Las MM son historia viva del automóvil, sobre todo, italiano. Cada uno de los vehículos participantes es especial en si mismo. No son de los que suelen verse fuera de un museo y todos tiene su historia. Incluso los modestos Fiat 1100 “morro basso” tenían su pequeña historia de participación en las MM de 1939, así como el Renault 4/4 o el primer Fiat 600 preparado por Carlo Abarth para la carrera. Y los Mercedes-Benz que rememoraban las victorias de Moss–Jenkinson y los resultados destacados de Fangio con los 300 SLR obra de Rudolf Uhlenhaut. Sin olvidar al BMW 328 que ganó en 1940 con Fritz Huschke von Hanstein al volante, quien sería luego Director Deportivo de Porsche, ni el Cisitalia que condujera Tazio Nuvolari o el Bugatti de Achille Varzi, coches todos ellos que los pudimos ver en su salsa y con todo detalle.

Las MM son deporte. Que nadie se piense que es un cómodo paseo con degustación de la gastronomía local. Son doce horas de coche durante cuatro días, agravadas, en la presente edición, por la ola de calor, que hacía que la temperatura en el habitáculo alcanzase los 51 grados o más en muchos coches (digo 51 porque es la que vi en muchos termómetros). Un control horario por la mañana, otro a la hora de comer y otro por la tarde. Cuatro pruebas cronometradas por la mañana y otras cuatro por la tarde. E innumerables controles de paso pues la organización aprovecha el montaje de controles de paso para captar sponsors.

Pero el verdadero deporte consiste en acabar las MM, es decir, hacer el recorrido sorteando tráfico, espectadores, ciudades, camionetas de reparto, etc., con una tensión enorme y a todo gas. La media del carnet de ruta la mayor parte de los participantes se la pasan por donde la espalda pierde su honesto nombre. En eso radica el aspecto competitivo de las MM. Las pruebas de regularidad que sirven teóricamente para establecer una clasificación final son, francamente, flojas. Eso sí, están profusamente anunciadas, con un despliegue de marshalls y cronometradores que, la verdad, todavía no se para que sirven pues todo se controla también por GPS.

Junto a las MM se hacia también el Ferrari Tribute, que era un recorrido similar pero más “light“, reservado a los afortunados poseedores de los últimos modelos del Cavallino. Pero debo decir que yo, que soy ferrarista, quedé profundamente deprimido al ver el espectáculo que daban. Los coches, de ensueño, las rubias (creo que cada Ferrari se vende con rubia incluida) de infarto. Pero la mayoría de los conductores hacían verdad el dicho de que Dios da pan al que no tiene dientes… y no digo más. Y junto al Ferrari Tribute, las MM Green para coches eléctricos que, únicamente, podían hacer la mitad del recorrido (autonomía obliga) y que ganó un Porsche Taycan.

Resultó vencedor de la edición 2022 de las Mille Miglia el equipo formado por Andrea Vesco y Fabio Salvinelli, con un precioso Alfa Romeo 6C 1750 SS Zagato, haciendo la mención que Andrea Vesco ya venció en la ultima edición que se celebró copilotado por su señor padre, D. Roberto, por lo que, después de Giuliano Canè, es el que lleva más victorias consecutivas. Pero los que realmente fueron los vencedores fueron todos los participantes que llegaron a la Piazza della Vittoria de Brescia, entre los cuales, si Dios me da vida, salud y economía, espero estar algún día.

Antonio Arderiu Freixa

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