Obituario. Pietro Raddi: Rápido, ingenioso y polémico 



Por Josep Autet. 

La muerte la última semana de junio de Pietro Raddi pasó un tanto desapercibida, pero no para los amantes de las carreras automovilísticas de montaña. Para todo este colectivo el nombre de Pietro Raddi va ligado a la barqueta Lola T294 de color rojo, primero con motor BMW y más tarde con un motor Mercury fuera borda con el que aportó una ingeniosa novedad a las carreras pero también bastante polémica.

Sólo podemos dar unas pinceladas sobre el personaje, las que buenamente sabemos. Podemos decir que nació en Roma el 9 de julio de 1939 (siempre se negó a confirmar esta fecha), por lo tanto falleció a los 82 años. Cursó estudios de economía y de ingeniería en la ‘Università degli Studi di Cagliari’, en Cerdeña, y a finales de los años 60 pasó a residir en Barcelona, donde practicó vela en la clase Finn. En realidad, su primera actividad deportiva ya la había tenido en el terreno de los coches en Italia a primeros de los 60, recién cumplidos los 21 años, en carreras en cuesta y también en circuito con un Alfa Romeo GTAm.

Parece ser que, ya en nuestro país, trabajó en el campo textil pero en ningún momento dejó de lado su interés por la innovación mecánica y la mejora de las prestaciones. Se dice que corrió brevemente en motos y más intensamente en karting, especialidad en la que ganó en un mismo año el Campeonato de España y también el de Catalunya Júnior de 1977. Muy hábil en la preparación –y modificación– de sus máquinas, viendo que la reglamentación española no lo prohibía, un buen día se presentó a una carrera con un kart de tres ruedas traseras “para mejorar el agarre en curva”. Obviamente, el revuelo que se generó fue grande.

Su paso a los coches era del todo lógico para este hombre inquieto y enigmático, también porque el terreno para modificar cosas era mucho más amplio que el de los karts. Su aparición con una barqueta Lola T294 en 1979 fue repentina y sus clasificaciones mejoraron constantemente. En aquellos tiempos ganó carreras y sumó diversos podios, entre los triunfos que nos constan están Sant Bartomeu del Grau 1980, La Mussara 1981, Jaizquibel 1980 y 1981, Engolasters 1981, La Bien Aparecida 1981, Gironella-Casserres 1982, 3º en Montseny 1981, etc. Se recuerdan bien los adhesivos de la chica en el frontal o los carteles Catto’s, Pielnova (empresa en la que trabajaba), FIAMM-Italauto, Vilardell... ¡menuda época!

Modificando continuamente la barqueta, incluso su posición de pilotaje, Raddi utilizó primero un motor BMW 2.0 (terminó 5º del nacional de montaña de 1980) y poco tiempo después, a mediados de 1982, un propulsor Mercury 2.0 V6 de 2 tiempos situado verticalmente, un motor de lancha fueraborda con la que sorprendía por su velocidad y sus arrancadas fulgurantes, pero también por el peculiar estruendo que emitía el propulsor y por la nube de humo que generaba, se dice que de aceite difuminado que ensuciaba la pista.

El aspecto del vehículo, distinto en cada carrera, era otra de las sorpresas que esperaban a los aficionados... y competidores. Raddi, entre rebelde fiel a sus ideas y hombre políticamente incorrecto, tiró adelante sus proyectos con ganas, pero todo eso hizo que la FEA prohibiera la utilización de los motores de 2 tiempos y Raddi tuvo que volver a su motor BMW. Con este monstruo con motor marino logró pocos triunfos pero si podios, entre los primeros están La Mussara 1982, Les Maioles 1983 y La Roca 1984.

El problema principal que se encontró Raddi con este invento fue el acoplamiento del motor a la caja Hewland y a que el Mercury giraba de forma contraria al motor BMW. Parece ser que inicialmente probó el motor alimentado por carburador pero Pietro Raddi utilizó mayoritariamente una inyección electrónica. La refrigeración del motor le dio bastantes problemas, por lo que la Lola llevaba hasta 3 radiadores y una bomba de alta presión para que el líquido refrigerante circulara lo menos caliente posible.

Este motor fue objeto de mucha atención y trabajo por parte de Pietro y de un colaborador suyo llamado Enric Janer, en unos talleres de Rubí, combinando grandes resultados con sonoras roturas que le impedían luego correr en pruebas posteriores, todo eso hizo que en realidad no siguiera ningún campeonato, sólo acudía donde le apetecía y la organización le cedía cierta ayuda. En el banco de pruebas se dijo que obtenía más de 300 CV, lo que fue motivó que la propia Mercury Marine norteamericana emitiera alguna nota de prensa para explotar tan inusual utilización de sus motores.

Sus temporadas con la barqueta coincidieron con sus participaciones en motonáutica, siempre con embarcaciones con el sello Raddi, participando en pruebas en España y en muchas bahías de Europa, mayoritariamente con catamaranes fueraborda F1 y F2, hasta que sufrió un grave accidente en 1985 que le aconsejó dejar este especialidad. Eso le hizo volver puntualmente al automovilismo, aportando más modificaciones de todo tipo a su veterana Lola.

Se podría buscar en hemerotecas y citar más éxitos logrados en el automovilismo –nuestro deporte–, pero uno se encuentra con la dificultad de que no hay prácticamente nada escrito ni recopilado y haría falta mucho tiempo para repasar carrera a carrera, en periódicos, publicaciones y boletines federativos. Este es un problema general, cuesta mucho encontrar los resultados logrados por pilotos como Raddi, de los que sabemos su valor deportivo –y en este caso tecnológico también–, pero muy poco sobre sus éxitos concretos.

Pietro Raddi era, más que un piloto con ambiciones, un domador de mecánicas imposibles, posiblemente un temerario, pero un tipo increíblemente rápido y valiente, además de un ingeniero peculiar y particular, siempre a contra corriente para aplicar su particular visión. Simplemente disfrutaba haciendo inventos y luego pilotándolos. Los coches GT no de competición también los elevaba de prestaciones, siempre para lograr la máxima velocidad posible. Un personaje, sin duda, de los que había pocos y que pertenece a una época irrepetible.

No sabemos con exactitud donde falleció ni cuando, pero este políglota del automóvil, huraño para unos y entrañable para otros, que dominaba varios idiomas y conducía actualmente un Ferrari Testarossa, ha dejado una huella curiosa y bien marcada en nuestro automovilismo que merece ser recordada, ni que sea con esta breve pincelada.

Como colofón a este artículo, reproducimos literalmente lo que Pietro Raddi le respondía a Fernando Rubio (otro personaje para recordar) a la pregunta de qué representaba el deporte del automóvil para él: “Varias cosas; una manera de ocupar mis días libres, un incentivo para mejorar y conocerme mejor, también me sirve para descargar el nivel de agresividad que llevamos dentro y sobre todo una continua reorganización en la preparación del coche, según los días que quedan para la carrera y lo mejor, esa continua discusión intima entre el “yo” piloto que quiere ganar y el otro “yo” que quiere conservar la vida”.

Descanse en paz Pietro Raddi.

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11 de julio de 2022

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