Competición vivida: Sahara Challenge 2022 



Por Antonio Arderiu. 

Todos Vds. habrán oído hablar y habrán visto por TV grandes programas del París–Dakar o, simplemente, del Dakar como universalmente ya se le denomina. Ahora bien, ¿se imaginan Vds. un Dakar con coches de antes de la segunda guerra mundial? Bueno, pues eso es lo que organizó Hero Events a finales del pasado mes de septiembre…

Con un itinerario muy “africano”, escogido por John Spiller (Director del Dubai Desert) y bajo la dirección de Guy Woodcock, se puso en marcha esta prueba que comprendía tres etapas españolas y nueve africanas. Las etapas eran de una media de 400 a 500 km día y, salvo la de Erfoud-Merzouga, que empezó a las 12 del mediodía, no había momento para el descanso, saliendo cada día a las 8h y sin parar hasta las 18h.

Y no crean Vds. que era un agradable paseo con degustación de la gastronomía local y contemplación de bailes folclóricos, no. Era un rally duro, muy duro, con cuatro pruebas cronometradas cada día y no precisamente cortas o por asfalto, que va. Eso si, los alojamientos eran de categoría superior salvo dos noches que tocaba vivac, pero también era un vivac de lujo, lo que no dejaba de ser una pena porque apenas se podía disfrutar.

A la convocatoria de Hero acudieron 45 participantes de los que tomaron la salida 42. De esos, 25 participaban en la categoría de los Hero Awards y, el resto, en el Classic Challenge que no daba opción a puntuación. Hay que aclarar que, por reglamento, los vehículos de la Sahara Challenge debían ser de únicamente dos ruedas motrices y haber sido fabricados antes del fin de la WWII.

Abundaban los grandes “doctors coupe“ americanos, ya fueren Chevrolet, Buick, Ford, DeSoto, etc., minuciosamente preparados para este evento, con chasis reforzados, doble amortiguación etc. etc. y que verlos volar sobre la arena del desierto era una autentica delicia. Junto a ellos, los clásicos ingleses con mayoría Bentley, pero también Lagonda y Alvis. Un Bentley Blower (como el que ganó en Le Mans) por el desierto es un espectáculo que no creo que muchos hayan visto aunque yo, personalmente, hubiera abofeteado a la tripulación por meter semejante joya en estas barrabasadas.

Y lo mismo con los Lagonda y los Alvis… Y el alma de la prueba, el mas friki de todos, un American LaFrance Type 10 Tourer de 1914, con transmisión por cadena en ambas ruedas de atrás y doble rueda con estructura de madera, magistralmente conducido por mi amigo Tomás de Vargas Machuca, que completó toda la prueba y acabó clasificándose para los Awards.

La organización cuida ella misma de la asistencia, mediante tres camiones de mecánicos que circulan por las vías alternativas y que, cada noche, realizan un ingente trabajo para lograr recomponer los vehículos para el día siguiente. Desmontan embragues, cambian puentes, amortiguadores, diferenciales, en fin, lo que haga falta para que todos puedan volver a salir al siguiente día. Y si falta algo como, por ejemplo, un aparato de soldar aluminio, siempre hay algún colaborador voluntarioso que lo va a buscar al pueblo que lo tenga, aunque diste más de 100 km y vaya en moto.

Las tripulaciones venían de todas partes del mundo: Japón, Nueva Zelanda, EEUU, Canadá, Austria, Dinamarca, UK, Argentina, etc. etc. aunque ninguna española. Los pilotos eran banqueros, dueños de empresas fabricantes de artículos de lujo, presidentes de conglomerados industriales… En definitiva, que no estaban especialmente preocupados por el aumento de las cotizaciones a la seguridad social. Y sus copilotos que, en su mayor parte, eran sus parejas, eran un dechado de elegancia que, de noche, en la cena común, se convertía en todo un glamour.

La verdad es que este cronista se divirtió bastante al advertir que esas distinguidas damas ni sabían lo que era un road book, ni mucho menos como seguirlo. Y que, por la mañana, montaban en el coche refunfuñando, elegantemente vestidas con el kit “desert“, y bajaban del vehículo por la tarde con polvo hasta las cejas, sudor, totalmente despeinadas, buscando desesperadamente botellas de agua que se bebían de un tirón, pero con una sonrisa de oreja a oreja.

Todas menos una, Madame Claudia Halter (Porsche 911 nº 43) que, después de cada etapa, tras 500 km de polvo, tierra, piedras y calor insoportable, descendía del coche como si hubiera ido a Fauchon a comprar delicatessen. Incluso las zapatillas lucían un blanco impoluto incompatible con el polvo del vehículo. Para mi, un misterio sin resolver…

Contrastaba así con la simpática anglo cubana Daisy, copiloto de un enorme Chevrolet Doctor Coupe que tuvo que agenciarse dos monos para poder soportar el calor y el polvo que entraba en el habitáculo del coche. Los últimos días acabaron ya dominando la técnica y se tenían unas discusiones entre ellas sobre los way points, las medias, el time control, etc. de lo más entretenidas, además que, cada día, a las 7h las veías sentadas en la mesa del desayuno haciendo deberes.

Aunque había un sistema de GPS que monitorizaba los vehículos participantes, los tiempos eran siempre a mano. Nada de tics, etc. etc. sino que, previa sincronización de cronos, los marshalls acudían a sus puestos, que era más de uno cada día. Obviamente, nadie se quejó ni formuló reclamación alguna. Era una justa entre caballeros que disfrutaban de lo lindo conduciendo unos vehículos singulares… lo más rápido posible.

A este cronista le sorprendió agradablemente que parece existir un mercado para esos coches y unos especialistas cualificados que los preparan para este tipo de rallys o eventos sin hacerles perder su origen. Naturalmente, son vehículos modificados pero mantienen las características esenciales para ser considerados históricos y tener la tarjeta FIVA. Los preparadores siempre son los mismos y en las cenas se hablaba de tal o cual modificación que se acaba de imponer o de por donde reforzar el chasis, etc. etc.

Muchos de los coches americanos seguían la pauta del famoso Chevy de Fangio, que le permitía vencer en la categoría Turismo Carretera y cuyo original se encuentra en al museo de Balcarce. Eran los Cupés Fangio a los que seguían, en cuanto a originalidad, los cupés de otras marcas como Buick, Studebaker, etc.

Resultaron vencedores absolutos Bill Cleyndert, copilotado por su hija Georgia Cleyndert, en un fantástico Bentley 3-4 ½ de 1927, seguidos de Pierre Gerber copilotado por la gentil Alice Leuenberger en un Ford Coupe de 1946 y de Jorge Pérez Companc, acompañado de José Volta (de Argentina), en un Chevrolet Fangio Coupe de 1938.

Pero aquí sí que el manido dicho de que lo importante era llegar cobra su mayor relevancia pues, efectivamente, el solo hecho de alcanzar la meta ya cubría la motivación de los participantes, algunos de los cuales ya embarcaban sus vehículos para el próximo “Lima to Cape Horn”, que empezará a finales de octubre y, los que no, los llevaban a repasar esperando la salida del próximo Pekín-París que se disputara a mediados de 2023.

En definitiva un rally aventura en el sentido mas amplio de la expresión. Pero aventura 5 estrellas, pues tanto la organización, como los alojamientos, como las atenciones a los participantes eran de calidad superior. Una prueba para seniors de las que no abundan, más bien no existen por nuestros pagos y que yo, personalmente, considero que es hacia donde iremos aquellos que nos gustan los rallys. Por lo menos, con eso sueño…

Antonio Arderiu Freixa
Octubre 2022

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