Historia: ¡Pie a tierra! 



Por Josep Cassart, escritor. 

Propongo que hagamos un salto hacia atrás en el tiempo para remontarnos a 1904, año en el que los miembros de la revista Arte y Sport organizaron las subidas motociclistas a Galapagar y la Cuesta de las Perdices, en la sierra del noreste de Madrid. Antaño, las carreteras eran caminos de carro relativamente compactados y punto, así que para conseguir un buen agarre al, llamémosle piso, sin lugar a dudas unos neumáticos de tacos les hubiesen ido de perlas a los esforzados motociclistas, pero claro, con semejantes gomas, cómo moverías –por ejemplo– la Peugeot monocilíndrica de 2 1/2 caballos con la que ganó la carrera el bravo piloto V. Baró, que, dicho sea de paso, en ningún tramo del recorrido puso un pie en el suelo.

En 1913, la I Carrera en Cuesta a los Bruchs que se celebró en 11 km de la carretera nacional de Madrid a Francia, con salida en Esparraguera y organizada por el Club Deportivo de Barcelona (futuro Real Moto Club de Cataluña), sería la primera gran competición de la Cataluña central. Se alzó con el triunfo Guillermo de Ubarri, con la Motosacoche de 500 c.c. equipada con unas gomas Hutchinson, también de escaso dibujo. Ubarri bajo ningún concepto sacaría el pie del estribo y a fe que algunas de aquellas curvas lo hubiesen requerido.

Las carreras en cuesta fueron en auge, hablamos de otros tiempos cuando los circuitos de asfalto eran prácticamente inexistentes; además, si los hubiera habido ¿cómo desplazarse a ellos, a principios del siglo XX? Para que las empresas motociclistas pudieran garantizarse una óptima publicidad, el escaparate mas efectivo fue volcarse en las carreras de montaña, brindando espectáculo con las cada vez más celebradas subidas, que acercaban in situ las últimas novedades de la industria de las dos ruedas a las diversas regiones de nuestra geografía.

Sacar pierna para acompañar y equilibrar la oscilación de la máquina, en su posible derrape en las curvas, hubiera sido un pecado capital en cualquier carrera en cuesta, donde se gastaba un estilo marcadamente de circuito y todo el mundo equipaba sus monturas con manillar corto y más tarde con colín de competición, apoyando ambos pies siempre en las estriberas. !Vamos! aquello que denominaríamos la pureza de la velocidad, como si una subida de montaña fuese comparable a un circuito al uso.

Fue en el año 1962, cuando paralelamente a las carreras en cuesta de forma incipiente comenzó en nuestro país la práctica del motocross. El primer circuito creado por el Moto Club Ruta se instaló en la zona universitaria de Pedralbes (Barcelona), al que un par de años más tarde seguiría el circuito de Santa Rosa, en Santa Coloma de Gramenet y, ya en 1968, el circuito del Vallès, en la carretera de Sabadell a Terrassa donde la entidad Penya Motorista 10 x Hora organizaría el Campeonato de España. La fábrica Montesa lanzaba al mercado sus motos de campo como la famosa Cappra, a la que al cabo de un tiempo se le sumarían Bultaco, que presentaba su Pursang, y Ossa con su modelo Phantom.

Hablar de motocross y de todo terreno viene a cuento, porque gracias al reglaje de las motos de campo, a las que se mantuvieron los manillares de cros así como el chasis, se ajustaron suspensiones, se cambiaron los neumáticos por los de asfalto y se les dotó de una relación de cambio más adecuada, que a partir de los años 70 les iban a comer la tostada a los líderes del ranking en subidas cronometradas. Con aquellas condenadas máquinas se sacaba pie en cada curva, ¡claro!

Hubo sus más y sus menos entre organizadores y motociclistas; los antiguos pilotos (permítanme el adjetivo, antiguos) no estaban nada de acuerdo con el trueque que representaba que una carrera de velocidad se convirtiese en una especie de lo que podríamos denominar dirt track, pero al final acabó imponiéndose la nueva moda, así que muchos de los antiguos pilotos no tuvieron otro remedio que «reconvertirse». Recuerdo a uno de ellos, Toni Font, que con esas híbridas se hizo con el scratch de la Pujada a Sant Feliu de Codines en las ediciones de 1981 (Montesa 360) y 1984 (Yamaha 500). Su hermano Joan (e.p.d.) unos años mayor que él, le hacía las veces de manager y se negaba en redondo a que Toni, sacando pie, rompiese el encanto y el halo de pureza que según él debía mantenerse en las subidas cronometradas, y el piloto le replicó: “!Chufla, chufla!, pero he ganado, ¿no?”.

Carlos Giró, piloto oficial de Ossa, fue de los pioneros en afiliarse a la nueva moda de las híbridas. Con el modelo TT de 250 c.c. en el año 1971 se imponía en las subidas a Montserrat y Sant Feliu y al año siguiente, con el modelo Yankee 500, volvía a ganar en las subidas a Vallvidrera y Montserrat, con gomas de tacos y todo.

En 1972 Julio Collado, a lomos de una Montesa híbrida, se impuso en las Subida al Pont de Vilomara, y en 1973 y 1974 también en Sant Feliu. En el 73, Ton Marsinyach, con Bultaco 250, se adjudicaba la Subida a Montserrat y en 1973 la carrera Gironella-Casserres. El año 1976 José Coronilla, con Ossa 250, subía al primer peldaño en Montserrat y en Sant Feliu. En el 78 Josep Pladevall Pujol, con Husqvarna 250, se adjudicaba La Solana y Sant Feliu. En 1983 José Fernández «Pepe el loco», con Beta 500, se proclamaría Campeón de España de Montaña y Carlos Kotnik, uno de los primeros españoles que participó en el TT de la Isla de Man, al mando de una Yamaha híbrida, conseguiría varios scratch y batiría records en diversas subidas de montaña. Todo ello para acabar entrando en una época contemporánea para hablar de Francesc Cucharrera, el Campeón de España de Supermoto de 2010 y 2011, que con una Husqvarna establecería un nuevo record en la Pujada a Sant Feliu de Codines de 2009.

Y para muestra un botón, de lo rápido que uno podía andar con una de esas híbridas. El amigo Joan Bellsolà, piloto oficial de Montesa que provenía del motocross y del enduro, tan sólo por probar se apuntó a la 2ª Subida a Santa Fe del Montseny, en 1974, y consiguió un meritorio tercer puesto. No obstante, es de justicia hacer constar que la prueba la ganaría Mauricio Aschl «la abuelita», otro buen amigo que nunca sacaba pie.

Josep Cassart

Raimon d'Abadal, 29 • 08500 Vic | 938 852 256 | jas@jas.es