Por Antonio Arderiu.
Era Don Felipe Batlló Godó un industrial catalán de renombre. Hijo de Don Josep Batlló y Casanovas, poseía una fábrica textil en el barrio de Sants de Barcelona que le daba pingues beneficios. Pero Don Felipe tenía, en su interior, una ambición secreta, cual era tener su propia marca de coches. Así que, con un cierto desagrado por parte de Don Josep, liándose la manta a la cabeza fundó en 1917 la Fábrica Nacional de Automóviles F. Batlló, Sociedad en Comandita, para producir automóviles de lujo y deportivos.
La fábrica la instaló en la barriada de Sant Andreu de Palomar, en Barcelona, en unos terrenos destinados originariamente para la ampliación de su imperio textil. Y como era un hombre avispado, estaba muy bien relacionado (era sobrino del dueño de La Vanguardia, entre otras cosas) y tenía muy claras sus ideas, bautizó a sus automóviles como Autos España o, simplemente, España, como fueron conocidos. Lamentablemente la fabricación no pudo prolongarse mas allá de 1928 en que las circunstancias políticas españolas le obligaron a asociarse con Wifredo Ricart, naciendo así la marca Ricart-España, abuela, por así decirlo, del famoso Pegaso Z 102.
Pero a lo que íbamos: Autos España empezó, como es obvio, fabricando un prototipo, al que llamaron Tipo I y del que su uso cotidiano por el propio D. Felipe sirvió de eficaz banco de pruebas. Probado este primer ejemplar se paso al Tipo 2, que se equipó con un motor francés Altos de 2.900cc y un cambio de tres velocidades más marcha atrás. El aparato, con suspensión por ballestas, desarrollaba la friolera, en aquel entonces, de 30 CV, impensable casi en aquellas épocas.
Don Felipe, aprovechando sus conocimientos de los concursos públicos de suministros (no en vano suministraba uniformes para el ejercito español en África) logró ganar un concurso para la motorización del incipiente Ejército del Aire, que le encargó 850 ejemplares del Tipo 2, carrozados como “torpedos“, pero con puertas en los laterales, a diferencia de los producidos para los amigos, que eran sin puertas y con el capó de alpaca o “maillechort“, lo que les daba un aire ciertamente deportivo.
Estos 850 ejemplares fueron destinados esencialmente a vehículos de los oficiales y una gran parte se perdieron en las batallas de Marruecos, sobre todo en la de Annual, una auténtica escabechina para los intereses españoles. Además de estos vehículos, se hicieron 10 más destinados a ser adquiridos por amigos de D. Felipe, principalmente empresarios del sector textil. Estos otros Tipo 2 eran más deportivos, carecían de puertas y techo por cuestiones de peso y llevaban, como he dicho, el cofre motor construido en alpaca que era una combinación de zinc y níquel. Con estos coches, D. Felipe y sus amigos participaron en plan equipo en la Vuelta a Cataluña de 1917, siendo D. Felipe el conductor del vehículo de nuestra historia. De ello queda constancia gráfica en el hotel La Coromina que hay en la entrada de Viladrau, donde, por cierto, se come muy bien.
Paralelamente se hicieron también cuatro Tipo 3, modelo que estaba destinado a ser el estandarte de la marca. De estos Tipo 3, el primero fue un obsequio a su padre D. Josep Batlló Casanovas; otro, al Rey de España, D. Alfonso XIII; un tercero fue para el General Primo de Rivera y el cuarto para la familia de D. Felipe. El Tipo 3 tenía una cilindrada de 3.600cc y era lo que podríamos denominar un “Sedanca de Ville“ bastante lujoso. También se construyó un único ejemplar del Tipo 4, con 4.500cc y compresor volumétrico, destinado a la competición y que el bueno de D. Felipe estampó –con mucha elegancia–, en la segunda “paella” de la Rabassada.
El ejemplar de este artículo, que es uno de los de las fotos según creo, fue utilizado por la familia de su propietario hasta que en 1936 fue ”requisado” por la CNT-FAI y dedicado a coche fúnebre de las tropelías que se hacían en aquellos tiempos. Acabada la guerra, y en un estado deplorable, fue abandonado en un depósito municipal del ayuntamiento de Barcelona en la calle Sepúlveda, de donde, en 1958 y por la mediación de Don Ricardo Vidal Rovira, lo encontró el padre del que esto escribe, quien lo hizo restaurar a la imagen que de este vehículo conservaba, y se lo regaló a su esposa Doña Mercedes Freixa. Se restauró como un torpedo “racing“, con dos asientos y sin puertas, para aligerar peso. Posteriormente, el mismo D. Felipe Batlló facilitó los bocetos originales del vehículo y este sufrió una segunda restauración, en 1970, que lo dejó tal cual debía haber salido de fábrica, con cuatro asientos.
Con este coche su propietaria, acompañada en ocasiones por D.ª Ana María Munné y en otras por D.ª Asunción Gómis, participó en el Rally París – Viena, en el Barcelona – Lisboa, en el del Sherry, en la Copa de Museos del ACF, en el Barcelona – San Sebastián, en el Circuito Balear, en el Port Vendres – Mallorca y en muchos otros, aguantando lluvias torrenciales y vientos huracanados sin ninguna protección. Mención especial para el Rally Barcelona – Lisboa, donde las intrépidas tripulantes se enfrentaron a una copiosa nevada entre Ciudad Rodrigo y la frontera con Portugal, que superaron con éxito pero pasando un frío inenarrable. Al llegar a Lisboa, más concretamente a Estoril, los recibió el infante D. Juan, padre del Rey emérito, que recordó el que tenían en palacio y que la marcha atrás se engranaba apretando un botón, de lo cual existe documento grafico. Además de las inclemencias meteorológicas, debían luchar con un embrague que se lubricaba con aceite de “pota de bou”, que parecía un ”start jump“ moderno pero que sometía a dura prueba las cervicales de los tripulantes y con una dirección mas propia de los GMC del Ejército que de un turismo. Y cada, cada, año, en el conocido Rally Barcelona – Sitges, donde el España ha estado presente en 61 ediciones.
Para que Vds. se hagan una idea de lo que eran esos rallyes con el España deben ustedes situarse en aquellas épocas, años 1960 a 1975, en que no existían autopistas, que la salida hacia la meseta desde Barcelona se hacía por los Bruchs, que se atravesaban todos los pueblos, que las carreteras estaban plagadas de aquellos camiones Pegaso llamados “chatos”, que iban más despacio que un peatón, que no habían móviles ni existía el seguro de asistencia, etc. etc. A ello debe añadirse la especial idiosincrasia del propio vehículo, que no ponía las cosas fáciles al conductor, en este caso, conductora.
Para empezar, se ponía en marcha con manivela que, si no acertabas a la primera, te dislocaba el hombro. Afortunadamente, Doña Mercedes siempre tenia algún caballero cercano que lo hacía por ella (eran tiempos en que la Srta. Montero no había nacido). El arrancar, como he dicho, suponía un brusco salto que afectaba directamente a las cervicales. Una vez lanzado no hacia falta jugar con el cambio pues, al ser de carrera larga, sus bajos eran equiparables a los de un camión y, en la directa, podía con todo. Había que ir con sumo cuidado porque el pedal del gas estaba entre el embrague y el freno y allí no cabe el pie con comodidad, debiendo presionar el gas con la parte derecha del pie puesto en una posición harto incómoda. Y frenar, esa era otra hazaña. Al divisar algo que pudiera ser un obstáculo en el horizonte no cabía entretenerse y empezar a accionar el freno pues el querido España se tomaba su tiempo para detenerse. Lo que sí era y es una delicia es el ralentí, con un sonido bronco y unas pistonadas que puedes contar.
Como he dicho, este España es un vehículo único, en el sentido de que es el único que existe. Es un icono familiar y pertenece a los tres hermanos Arderiu. Cada año acude puntual a su cita con el Rallye de Sitges. Después de D.ª Mercedes, fuimos los hijos que, alternándonos, lo llevamos a Sitges. Y ahora, con orgullo, me cabe decir que ya son la nueva generación la que lo lleva a la Blanca Subur, con mención especial a las mujeres de la familia que son las que mas veces van y, obviamente, las que más elegancia le dan al España. La ultima salida ha sido protagonizada por mi hermano Pepe con motivo del Rally del Centenario de la FEVA de este año 2022 en Burgo de Osma (Soria), donde coche y tripulación soportaron temperaturas cercanas a los 40º sin una queja.
Sirvan estas líneas para dar a conocer una marca genuinamente española, poco conocida, pero que produjo unos vehículos singulares. El coche ha salido destacado en el libro oficial de la FIVA y, personalmente, tengo el sueño de verlo abriendo alguna vez el Gran Premio de Formula 1 en el desfile preliminar…
Antonio Arderiu Freixa