Competición vivida: Mi Rallye Monte-Carlo Historique 2023 



Por Antonio Arderiu.

¡¡Y van siete!! Siete en la salida y siete en la llegada. Aunque, este año, por los pelos, pues al Abarth le dio por hacer el burro.

Era el 25 aniversario de la prueba y, en esta ocasión, salíamos de Turín, por obra y gracia de Barcelona y su equipo municipal que han vetado la salida de esa ciudad. Allá ellos. Turín nos acogió calurosamente a pesar del frío ambiental y, personalmente, tuve tiempo y ocasión de visitar el ‘Museo Nazionale dell’Automobile’ que, por la especial relación que tiene la ciudad con los principales fabricantes italianos, vale la pena. Además, había un sector dedicado al rally de la época de oro, supongo que por la salida del RMCH.

Capítulo I: De Turín al recorrido de concentración y algo más

La organización, el ‘Automobile Club Torino’, había preparado una salida espectacular, con “village” incluido. A cada coche del rally le acompañaba hasta la teórica salida de la ciudad un vehículo de competición histórico. A nosotros nos tocó un Lancia Delta 4WD precioso, al que seguimos obedientemente. Lo que ocurre es que no se nos indicó cuando debíamos separarnos y, cuando vimos que volvíamos a la salida, nos desviamos. Resultado, más de una hora en salir de Turín. Cuando, al final, llegamos al primer control de paso, la Perosa Argentina (que no sé que tiene de argentina pero así se llama), vimos que el mal había sido generalizado y el orden de salida ya estaba totalmente perturbado por las pérdidas de todos los participantes.

Estos chicos del ‘Automobile Club de Monaco’ están perdiendo facultades. En lugar de un itinerario de concentración difícil, lo dejaron al arbitrio de los participantes, salvo un solo control de paso, el de la citada Perosa. Así que, acompañados por la asistencia, junto con Estaban Munné y Olga Feliu (coche nº 138) escalamos los Alpes por Sestrières y nos presentamos en Gap, primer Control Horario, a las 12:30 de la noche cuando nuestra hora teórica era las 8:20 de la mañana. Así que, previa visita al lugar donde estaba el control, nos fuimos a un Ibis a cenar y a dormir, lujo jamás visto en un Monte-Carlo hasta ahora. La gran mayoría de italianos salidos de Turín nos copiaron, con lo cual el dueño del hotel llamó de urgencia a toda su familia, los puso a trabajar haciendo bocadillos y sirviendo bebidas, e hizo caja para todo el año. La temperatura fuera era de -12 grados...

Al día siguiente, nos levantamos a las 7 en punto. Ducha y desayuno, tampoco visto en las otras ediciones. Fuera la temperatura era de -18 grados. Descongelamos el coche y todo lo que nos habíamos dejado dentro, desayunamos sentados y calentitos, lo que suponía todo un lujo, y partimos hacia el control horario de Gap que superamos cómodamente. De allí al control de Saint-André-les-Alpes, un agradable paseo en que, sin la somnolencia de otros años, pudimos admirar el paisaje.

El coche se comportaba muy bien y llegamos con tiempo suficiente para poder comer. En Saint-André-les-Alpes coincidían todos lo itinerarios, con lo que pudimos departir con Jean-Claude Andruet, que aparcó a nuestro lado, y con Joan Al y Josep Esteller, que seguían el rally. Salimos de Saint-André a nuestra hora un tanto eufóricos porque hacía sol, habíamos comido y el “A Centododeci” iba de maravilla. Hicimos la ruta que, como sea, cada año nos cae: El lago, el radar, Entrevaux, Puget-Théniers, Carros, el Estadio Arena, La Turbie y el Hotel Sporting Beach, ya en Mónaco, donde teníamos otro CH que yo, erróneamente, pensaba que sería el de la instalación del trippy.

Pues no, media hora más y otro CH en el muelle para el dichoso trippy y el sablazo correspondiente de 500 pavos. Al final, pódium de entrada y la sensación que te embarga cuando ves todo aquel parque cerrado con mas de 200 coches de rally. Paseíllo por la carpa de “accueil“ para saludar a la encantadora Patricia Merlino, recogida de credenciales y al hotel, donde nos sobraron más de dos horas antes de cenar en el magnífico buffet. Concentración light completada y a dormir hasta el día siguiente.

Nos despertamos con un sol radiante pero temperatura fría para ser un Monte-Carlo. El “A Centododeci” se puso en marcha al primer requerimiento y salimos puntuales a nuestra hora, detrás del nº 135 que era un monstruoso Audi Quattro. Un enlace bastante largo nos llevó a la primera especial del día, Ubraye. Carretera limpia, pues habían pasado los del WRC, y bastantes espectadores en la salida del tramo. Salimos relajados y con sol y coronamos el primer Col bastante bien, con la luz azul casi todo el rato pero… al iniciar la bajada, con sus placas de hielo, el coche empezó a toser y a ir a golpes (con la dificultad que entraña ir a impulsos sobre el hielo). Acabamos el tramo como pudimos, con el gas a fondo para que ese trasto no se parase. Tuvimos suerte que la parte final era llana y no muy revirada y aguantamos bastante bien. Con todo ello hicimos únicamente 330 puntos para situarnos los 163 de la general.

Parada en Ubraye, en el estacionamiento de un conocido restaurante, para ver qué le pasaba a ese maldito aparato. Luis lo revisó a fondo y no supo encontrar el motivo. Quedamos con la asistencia en Saint-André-les-Alpes para revisar encendido y cambiar bujías, cosa que hicimos y pareció que se solucionaba el problema. Salimos algo más tranquilos hacia la segunda especial, el temido Col de Corobin pero al revés, es decir, con salida en Chaudon-Norante. En el enlace el coche no dio problemas. Tomamos la salida y superamos bien las difíciles curvas del principio, pero, poco antes de llegar al Col, el coche se nos para a la salida de una paella (lacet para los cursis) y no se nos come el Ferrari 308 de Enzo Moroni porque Dios no quiso.

Conseguimos arrancarlo y, con los ataques de tos que tenía, tuvimos que completar el tramo con hielo, mucho, en el descenso, adelantando a otros participantes que hacían su media y no entendían porque íbamos tan despendolados. El ultimo trozo hasta el Control Horario de Digne-les-Bains fue un suplicio, pues tuvimos que hacerlo en primera y segunda. Pasado el CH, nueva inspección del vehículo, atribuyendo su Covid 19 al encendido. El resultado, un desastre: Con los 20.000 “puntejos forfatarios” nos colocaron el 262 de la clasificación.

Cuando partimos, parecía que se había solucionado y salimos hacia la tercera especial del día, el Col de Pennes, con su bajada estrecha y llena de hielo. Salimos sin problemas y, en la subida, fuimos bastante bien, adelantando al Gordini que había salido delante nuestro, hasta arriba del Col, donde a ese trasto le dio un nuevo ataque de tos violenta. Descenso tipo ”espabila como puedas“, es decir, acelerando en segunda en los tramos llanos y dejándolo caer a rueda libre en las paellas heladas. Fuimos nuevamente adelantados por el Gordini que, delante de nuestras tristes narices, se equivocó en un cruce por lo que, suponemos, palmó todavía más que nosotros. Llegamos al final del tramo bastante agotados por la tensión y con 9.940 puntos que nos consolaron porque la alternativa hubiera sido ir barranco abajo. Puesto 251 de la clasificación. Y aún gracias.

Ruta hacia Crest tosiendo y a golpes. Entramos en el Control horario de Crest por los pelos, junto a un MG V8 holandés con el que tuvimos que compartir minuto. Como el coche cada vez iba peor, llamamos a Dirección de Carrera para saber cuanto tiempo de demora podíamos gastar para entrar en el CH de Valence y así ver si podíamos reparar. Nos dijeron que 30 minutos sobre el teórico, y Luis, acompañado por la asistencia, se puso a cambiar el encendido del A112 por uno electrónico. Salimos de Crest con el coche funcionado entonces correctamente y con el escaso margen de 37 minutos para entrar en el CH y no quedarnos fuera de carrera.

Llegamos a Valence y, ¡oh sorpresa!: Embotellamiento en la avenida que va al Champ de Mars y en el semáforo del desvío. ¡¡Merde!! Tuvimos que hacer un “pirula” en el semáforo para avanzar y entramos en el CH en tromba, adelantando a los que esperaban. Logramos pasar 2 minutos antes de nuestro “death time“ y no tuvimos ni ganas para ir al buffet del champagne y las ostras. Al hotel a cenar con ”la colla” y a dormir. Bromeamos con Esteban Munné y Olga Feliu –que iban muy bien–, que, cuando ellos saliesen por la mañana, nosotros todavía dormiríamos. Quien no se consuela es porque no quiere…

Capítulo II: Con un coche que no para de toser

Al día siguiente, nuevo día de frío pelón pero soleado. Salimos a las 11:20h. El maldito trasto se puso en marcha a la primera y sin necesidad de “starter“, aguantando dignamente el ralentí. Salimos hacia la primera especial en Le Moulinon, una de las más largas. Por el camino nos detuvimos un momento para poner gasolina y revisar el encendido que parecía estar bien. Seguimos hacia el tramo sin novedad y tomamos la salida correctamente. El coche parecía ir bien y llevábamos la luz en azul casi todo el rato pero, al llegar a La Prairie, empezó a toser de nuevo. ¡¡Porca miseria!! Gas a fondo para que no se pare y hacer el tramo en plan equilibrista, con la mala fortuna que estrenábamos un invento diabólico del ‘Automobile Club de Monaco’, que emitía unos pitidos cuando debías bajar la velocidad, con lo cual el Abarth se calaba y vuelta al gas a fondo en el tramo más complicado posible. Aun así hicimos “solo” 1.070 puntos y recuperamos hasta el puesto 191 de la general.

Al finalizar el tramo, en Saint-Andéol, el coche se para definitivamente en el stop del ACM. Pensamos que allí se acababa nuestro rally, pero no. Se volvió a poner en marcha y, el muy marrano, funcionó perfectamente hasta Antraigues-sur-Volane donde, este año, nos saltamos la “tarte aux pommes“ de la familia Jouanny y pedimos a la asistencia que busque un lugar para revisar el trasto, lugar que, como iba siendo ya habitual y para cuidar de nuestra salud, fue a la sombra. Estábamos a -5 grados.

Allá Luis hizo la enorme gesta de desmontar el carburador, el encendido, la culata y la tapa de balancines. Repasándolo todo. La revisión duro más de una hora con lo cual se nos planteó la disyuntiva de si seguir al tramo 5, Burzet, o ir directamente al CH de Saint-Agrève sabiendo que nos caerían 30.000 “puntejos” de nada. Un rally de este tipo exige tomar decisiones y, la buena fue ir directamente a Saint-Agrève asumiendo la penalización. En el camino por Col de Mézilhac y Le Cheylard, 69 km, el coche se portó muy bien y los pudimos hacer a buen ritmo, entrando en el CH con solo 23 minutos de retraso sobre nuestro horario teórico. En Saint-Agrève volvimos a encontrar la asistencia que, como eran muy sufridos, habían escogido una ruta por la montaña pelada para ver las maravillas del departamento de la Ardèche, yendo a parar en medio de la especial. Con la penalización ya íbamos, otra vez, el 262 de la general.

Pasado el control horario, todavía jadeando por la ”estripada” efectuada, fuimos ya más tranquilos a la siguiente especial, Saint-Bonnet-le-Froid que, como su nombre indica, helaba hasta los h… Esta es una especial que, a mi particularmente, me gusta mucho, pues es muy rápida y, casi siempre, tiene hielo. Esta vez tampoco defraudó y parecía un paisaje de película, con todos los árboles helados en conjunto con el suelo. Salimos bien y la cosa iba tal como pensaba, incluso demasiados rápidos en alguna zona, sin ninguna derrapada que únicamente hace perder el tiempo. Pero al llegar a Saint-Julien de Molhensac la cosa se torció y el Abarth empezó de nuevo a toser. Total que acabamos el tramo como pudimos, con la mala suerte de que el maldito coche cogía potencia en los tramos más helados, con lo cual era muy difícil mantenerlo en la calzada. Hicimos 690 puntos pero únicamente pudimos recuperar hasta el puesto 253.

Acabado el tramo, probamos de cortar el motor del coche y volverlo a poner en marcha. Lo hicimos, se puso en marcha y ya no nos fastidió mas aquel día. Con el coche funcionando correctamente fuimos a la siguiente especial, Lamastre, tras un largo e insulso enlace. A esta especial, que se repite con cierta frecuencia, le tengo una soberana manía. Es aburrida, fea, con mal piso y, el tramo final, suele estar lleno de tráfico. Además, los lugareños aprovechan para sacar sus coches y seguirte, molestándote continuamente. Y esta vez no fue la excepción y tuvimos a un Audi y a un R12 Gordini “empreñando” todo el rato. Aun así, hicimos 330 puntos y pudimos recuperar hasta el 249.

Terminada la especial, un enlace relativamente corto comparado con otras ediciones, nos llevó a Tournon-sur-Rhône, al tradicional Control Horario en el muelle fluvial donde nos suelen dar chocolatinas. Llegamos con una cierta tranquilidad, pudimos estirar las piernas unos minutos y recoger las chocolatinas. De allí, el ritual habitual: ruta tranquila a Valence, el Champ de Mars y, de allí, al hotel a cenar con todo el equipo y a dormir.

Capítulo III: Vuelve la normalidad


Como era tradicional, al día siguiente salimos una hora antes, lo que significa una hora menos de dormir y una hora más de temperaturas gélidas. El marrano del “A Centododeci” se puso en marcha a la primera y sin starter. Salimos con la incógnita de saber hasta cuando aguantaría. Al llegar a Crest, pareció que tosía por lo que llamamos a la asistencia que, esta vez, nos esperó en un lugar al sol pero con un viento glacial que se llevaba todo. Obviamente, lo suyo no era el turismo. Luis desmontó el carburador y elevó la boya del mismo, pues ya no sabíamos que más hacer. Y funcionó. A partir de aquel momento el Abarth dejó de toser, ¡¡el muy miserable!! Así pues, nos fuimos a la siguiente especial, el Col de Carabès, habiendo perdido casi una hora en la reparación. El enlace tenia 92 km y, aunque el paisaje era muy bonito, entre la incógnita del coche y atravesar Die, se me hizo eterno.

En la especial lucía el sol. Arrancamos un tanto mas tranquilos e hicimos el tramo hasta La Bâtie muy bien, con varios 0 aunque la carretera estaba llena de grava. En La Bâtie la cosa cambiaba y empezaba el hielo grueso, salvo en los trozos soleados. Hicimos una muy buena ascensión y como el trasto iba bien, ningún incidente que destacar y diversión para resarcirnos. Al coronar el Col, un Lancia Beta Montecarlo, con una tripulación que cada día nos deleitaba con un modelito diferente, se había ido barranco abajo y nos retrasó un poco. El resto del descenso fue bastante rápido y bien, a pesar del hielo. Incluso adelantamos a dos que habían salido antes pero que las condiciones de la ruta les hacían ir lentos. El ultimo trozo de curvas bajo unas rocas fue toda una gozada. Acabamos con 5.460 puntos y recuperamos hasta el 245.

De allí a la otra especial, Fuernemeyer-Barcillonette, otro larguísimo enlace superando un Col por entremedio, pero de carretera general. El tramo era difícil de encontrar y vimos a muchos colegas perdidos buscando la salida. Esta ya estaba sobre una capa profunda de nieve y hielo, con lo que la cosa prometía. El primer tramo de la especial era bastante llano y con curvas de radio amplio. Fuimos bien, en media casi todo el rato y sin sustos (y no como los que he visto en Youtube que, a la salida de un puente delicado, se iban casi todos a la cuneta). La subida fue también bastante bien a pesar de que, al hielo, se le añadieron las piedras que habían caído.

Al superar el Col y empezar el descenso empezamos a ver desastres: un Alfa Romeo Giulia TI en la cuneta; un BMW 320 con una rueda mirando hacia otro lado; otro Alfa Romeo parado, etc. y hielo, mucho hielo en las estrechas y retorcidas curvas. Nosotros, impasibles e intentando hacer la media, fuimos bastante bien. Y en el último trozo que, francamente, era muy soso, pudimos mantener el promedio hasta silbando, a pesar de los sustos que nos dieron dos que encontramos en sentido contrario. Total, 3.350 “puntejos” y recuperación de otros cuatro puestos más.

Acabado el tramo, teníamos menos de una hora para llegar al control horario de Laragne y 64 km de por medio. Llegamos a la entrada del pueblo y nos sobraban 4 minutos pero, como la Ley de Murphy se cumple inexorablemente, un camión con una excavadora se había quedado atascada en el túnel que hay en la entrada de Laragne-Montéglin. Con los nervios a flor de piel fuimos aguantando hasta que vimos un hueco y, sin hacer caso de las indicaciones de detenernos, nos lanzamos a por él y entramos en el CH en nuestro minuto justo, sin siquiera recoger el bocata que tan amablemente nos ofrecían.

Pasado el CH aprovechamos para comer la mandarina de rigor y poner ruedas de invierno, sacando las de clavos, pues no preveíamos grandes dificultades en los dos que quedaban. Y de allí, a la especial, por otra de esas “gorgues” a las que tan aficionados son los franceses. La especial era larga y parecía una montaña rusa, con subidas y bajadas de Cols continuamente y, eso sí, helados. Salimos, para nuestra desgracia, detrás de un enorme Citroën CX conducido por dos americanos, que parecían de edad avanzada y tenían un segundo copiloto sentado detrás, que era una ilustre dama con una pamela, que nunca llegué a averiguar si es que la tenían embalsamada o era así de natural, pues no se movía.

Presentimos dificultades porque deberíamos adelantarlo pero, la verdad, cuando los alcanzamos en el Col de Richesset nos facilitaron el adelantamiento muy elegantemente. Y lo que nos sorprendió es que, bastante más adelante pero en bajada, nos volvió a alcanzar, señal de que iban bastante rápidos cuando recuperaban. De nuevo los alcanzamos y nos cedieron el paso gentilmente, a los divertidos hermanos García Cárceles con los que compartimos muchos ratos libres. El tramo, muy largo, acababa en una general, tras un trozo de recorrido muy insulso que, la verdad, podrían haberse ahorrado pues lo único que daba era sueño. Resultado 6.450 puntos, que para ese tramo con el “A Centododeci” no está mal, y recuperar dos puestos más.

Terminado este tramo iniciamos la vuelta hacia Crest por el camino de siempre: Rémuzat, La Motte-Chalancon, unas nuevas “gorgues“ y un col para animar, el de Gumiane, antes de la ultima especial del día, Saillans. Aquí salimos detrás de un Volvo P54 del East African Safari, al que superamos en las primeras paellas. El tramo fue bien, muy bien, incluso con el descenso lleno de hielo y sin clavos. Y acabamos con 200 puntos siendo el 106 mejor tiempo, lo que para este coche era casi una proeza, pues se necesitaban muchos caballos en la subida. Recuperamos de golpe 15 puestos.

De Saillans a Crest es un corto paseíllo, pasar el CH y luego excursión a Valence sin más trámite, para dejar el coche en parque cerrado. Luego a cenar con “la colla“ esperando celebrar el día, pero a Estaban Munné le empezaba a fallar el coche y fue otro velatorio, pero con distintos protagonistas.

Capítulo IV: Madrugón y a Monte-Carlo

Al día siguiente, relativo madrugón para iniciar la vuelta a Monte-Carlo. El coche se puso en marcha sin necesidad de starter e iniciamos la excursión habitual de ese tercer día: Crest, Saillans y subida a Saint-Nazaire-le-Desert. Los pronósticos decían placas de hielo, así que no pusimos clavos. Salimos bien, detrás de un Triumph Dolomite holandés, y fuimos bien toda la subida hasta el Col, adelantando al Triumph y a un BMW 320 pero, en la bajada, yo notaba que la luz roja se encendía continuamente, a pesar de ir rápido. Nos dimos cuenta entonces que el Blunik se había parado e hicimos más de la mitad del tramo “a ojo“. Con esa historia palmamos 1.350 puntos y cedimos siete puestos. Pasado el tramo, en La Motte-Chalancon, Luis arregló el Blunik y ya no volvió a fallar.

En la excursión hacia el otro tramo, Col de Perty, teníamos que pasar un Col intermedio, que estaba peor que el tramo que habíamos efectuado, y en el que tuvimos que ir con sumo cuidado para no hacer ningún salto al vacío, pues no llevábamos clavos, el tiempo era justo y el suelo de lo más resbaladizo. Llegamos a la salida del tramo bien, con tiempo de sobras y sol radiante... A mi, el Col de Perty es otro de los que me gustan pues a pesar de los “lacets“, es bastante rápido. En la parte que toca a Laborel estaba helado pero, como casi lo conocemos de memoria, lo superamos sin dificultad. El resultado fue acorde con nuestras expectativas, 260 puntos y recuperar cinco puestos.

De allí, otro monótono y largo enlace hasta el último tramo con luz diurna, Thorame-Haute, otro tramo del WRC. Íbamos hablando del diferente trato del WRC frente al Historique cuando, a Luis, se le ocurrió una idea brillante que fue la de cambiar ruedas antes del tramo porque supusimos que estaría limpio después del WRC. Como dije antes, un rally de este tipo implica tomar decisiones, aunque sean arriesgadas. Así que llamamos a la asistencia, que iba delante, para poner las ruedas de correr en seco, es decir, lo que en F1 serian los “slicks”, que suena mejor. No les debió sentar bien pues montaron la parada en el sitio con más sombra y frío que pudieron encontrar, donde paramos, comimos las mandarinas de rigor y pusimos las ruedas de seco.

Ya calzados así, partimos hacia la ultima especial con luz de día, la de Thoraume–Le Fugeret, pasando por Saint-André-les-Alpes otra vez. Esta especial tiene una subida muy revirada, luego se pasa por una especie de estación de esquí y a continuación viene un descenso peliagudo con los consabidos “lacets“. Como suponíamos, para el WRC habían dejado el asfalto de cine. Subimos bien y pasamos como de puntillas por el Col, porque tenía un poco de hielo y no era cuestión de hacer un baile con nuestras ruedas de correr. La bajada fue estupenda, de disfrutar, salvo por algún espectador que se empeñó en hacer carreras siguiéndonos e incordiando en las curvas más delicadas. Y en el pueblo de Le Fugeret había tanta gente que parecía un revival del WRC. El resultado, acorde con nuestras ideas, 200 puntos y recuperar, de golpe, otros 10 puestos.

Acabado el tramo, que va a parar cerca de Entrevaux, lo que ya forma parte de lo normal: Puget-Théniers, Carros, el Estadio Arena, parar a la salida del peaje para repostar (y hacer pipí, como todos, incluidas ladies) y llegar al CH de La Turbie con unos minutos de sobra. De La Turbie hasta el parque cerrado también lo habitual: El gendarme que, cuando me ve, tiembla, recordando el 2015, que nos lo llevamos por delante, y el embotellamiento en el semáforo de Èze, que dura más de veinte minutos. Luego, los túneles y el parque cerrado. Encuentro con los que nos habían venido a ver y al hotel en la navette, que todavía nos sobraban tres horas para la etapa nocturna. Antes de salir, fuimos a la cena en la carpa de accueil. Lo malo de haber perdido tantos puestos al principio es que ya vas de los últimos y, en la cena, los de delante se han zampado todas las delicatessen de la misma.

Capítulo V: La noche del Turini y la llegada

Salimos para la noche de los cuchillos largos, a las 22:30, manteniendo los neumáticos de seco. Es el broche final del rally y, no nos engañemos, aquí no vale la regularidad, ni en el Col de Braus, ni en el Turini. Hay que correr como si fuera un tramo de velocidad. Y disfrutar.

Tras la consabida pérdida por las calles de Monte-Carlo, autopista y directos al tramo, como siempre, en amor y compañía con otros participantes, con el detalle que, este año, el túnel de Castillon estaba cerrado por obras y tuvimos que escalar el Col. Llegamos al tramo, el temido Col de Braus y tomamos la salida sin tiempo ni de respirar. Este era el tramo cumbre del rally, largo, revirado y muy difícil de alcanzar el crono. Empezamos muy bien, alcanzando la luz azul en el trozo que fue utilizado por los del WRC, pero barriendo la carretera de lado a lado (tampoco era mucho, pues es muy estrecha). Cuando se acabó el trozo de “los figuras”, empezó a salir la luz roja y nos alcanzó uno de los hermanos Sapet (VW GTI), a los que cedimos el paso y nos pusimos a su rebufo. Conseguimos mantener su ritmo y, en la parte de arriba, le superamos para recuperar nosotros.

En esta recuperación fuimos a todo lo que daba el coche que, para quien conozca el Col de Braus, podrá apreciar el tembleque que da ir a más de 100 por hora. Llegamos al cruce de Peïra Cava en media pero, obviamente, con curvas de mas de 180 grados, subida del 10% y asfalto degradado, la luz roja volvió a aparecer aunque no nos alcanzó nadie. Cruce a Lucéram y nueva recuperación, con curvas peliagudas pero en bajada, con luz azul bastante rato e incluso verde en alguna ocasión. Al llegar al cruce de Loda nos encontramos mucho tráfico: un BMW 320, un Volvo 244 y un Porsche 924. Con prudencia –y un poco de riesgo–, los fuimos adelantando para llegar al pueblo de Loda en media y perder algo en el descenso a Lantosque. Acabamos bien, 3.110 puntos que, con el “A Centododeci” y un dominguero al volante, considero un muy buen resultado. Y el que lo dude, que lo vaya a hacer.

Ocho míseros kilómetros y el último del RMCH 2023, el famoso Col de Turini, este año en sentido La Bollène-Vésubie–Sospel pero final en Moulinet. Después del tramo de Loda, nos pareció un paseíllo todo el famoso Turini. Subimos a buen ritmo manteniendo casi todo el rato la media. Alcanzamos a dos coches, que superamos sin perder el ritmo, y llegamos a la cumbre en media y sobrados. iniciamos también bien el descenso, pues vimos que la humedad no era muy condicionante, pero en el tercer ”lacet” a derechas unos espectadores habían esparcido gran cantidad de nieve en la calzada y, con los neumáticos de seco, lo pasamos francamente mal. Creo que todavía huelo el musgo de la protección.

Suerte que el conductor de un Alfa Romeo V6, que este sí se había dado el trompazo, nos hizo señas y tuve tiempo de frenar un poco. Ello nos hizo perder un poco la media. Acabamos con 420 puntos, que para un Turini no esta nada mal, y en el puesto 200 de la clasificación final. Llegada a Moulinet y directos a Mónaco sin los encantamientos del ACM de otros años de hacernos pasar por L’Escarène y La Trinité que, únicamente, son pruebas de un acendrado masoquismo, a aquellas horas de la madrugada.

Llegada a Monte-Carlo con emoción contenida por haber podido acabar y clasificarnos, a pesar de todas las dificultades sufridas. Todo el equipo nos esperaba y lo celebramos por considerarlo merecido. No vale la pena pensar “y si…”, ni el “lastima que…“. Estábamos clasificados, coche y personal enteros, y eso era lo que importaba. Otros muchos (46) no pudieron decir lo mismo.

Un comentario adicional. Personalmente me gustó mucho ese nuevo enfoque de la clasificación con posibilidad de dormir. Creo que, en definitiva, va en bien de todos. También me gustó acabar el ultimo tramo y volver directo sin las lindezas de otros años (que si L’Escarène, que si La Trinité, etc., kms y kms de madrugada). Encontré mucho más apretados este año los Controles Horarios, lo que no esta mal pero, entonces, sugeriría a la organización que permitiera un parque de servicio antes del parque cerrado, para arreglar desaguisados y deshacer entuertos. También iría bien a todos, incluido el ACM. En lo que respecta a los tramos, muy buenos y divertidos, sobre todo el Col de Braus aunque estuviera seco como la mojama. Pero en algunos se había añadido una parte larga e insulsa que nada aportaba y que, francamente, era una tontería. Si era para poder recuperar, era inútil, pues llegabas a estos trozos o bien con los deberes hechos… o ya no tenia remedio.

Para acabar, mi agradecimiento especial al copi. Luis Góngora fue el héroe del rally e hizo dos rallys al mismo tiempo, el de navegar y el de arreglador de trastos viejos, no solo el nuestro, sino también el nº 138. Sin él, dos coches menos en la llegada.

Agradecimiento igualmente a la asistencia e intendencia, que hicieron un magnifico trabajo, a los que me vinieron a ver, que me dieron ánimos en el Turini, y a Madrid Históricos que nos acogió en el team y con quienes compartimos la cena de gala. Empecemos a preparar el próximo…

Antonio Arderiu Freixa

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