La pick-up eléctrica Ebro y el despertar de emociones que creía perdidas 



Por Raymond Blancafort.

Algunas veces uno se emociona sin que muchos puedan intuir la razón… como si para emocionarse fueran necesarias razones. Me ha pasado esto en el Salón del Automóvil de Barcelona –perdón, en el Automobile Barcelona– en la presentación del Ebro, la pick-up eléctrica que se fabricará en Zona Franca, en lo que había sido Nissan, y que forma parte del HUB de la descarbonización liderado por QEV Technologies y B-Tech. Es esta última la que está tras el proyecto.

¿Emocionarse por una pick-up eléctrica? Bueno, quizás no por el coche en sí mismo, pero sí por toda la historia que me invoca el nombre de Ebro. Y es que los camiones Ebro han estado muy presentes en mi vida y aún recuerdo aquellos anuncios que decían “Ebro será su camión”. Todos rojos, el clásico y el de morro chato, que fue lanzado más adelante.

Ebro como tal nació en 1954, es decir hace casi 70 años, cuando Ford decidió abandonar la producción en nuestro país. La marca del ovalo había entrado en España en 1920, inicialmente en Cádiz, pero rápidamente se trasladó a Barcelona.

Sobre las cenizas de lo que había sido Ford, allí en Avenida Icaria, muy cerca de lo que se conoce como Villa Olímpica, se ubicó la recién creada empresa con el aval del INI. Su objetivo era fabricar camiones ligeros, por debajo de los que fabricaba Pegaso.

El primer camión fue un 3.5 Tn sobre la base del Ford Thames, que más delante pasaría a ser simplemente Thames y a ser fabricado por Leyland. Y ya puestos a traer este modelo, lo bautizaron de manera similar. Si a un camión británico lo llamaba Támesis por el río que cruza Londres, aquí se llamaría Ebro, en honor al gran río que desemboca en el Mediterráneo.

Recuerdo que el Ebro era el camión típico de flotas de distribución urbana –de Coca Cola, entre otras–, o las cuñas radiofónicas con una cancioncilla pegadiza: “Ebro será su camión”. Y el de Transportes Fontseré, que cada verano nos permitía la mudanza de Barcelona a Figaró –y el retorno en otoño– para pasar el estío, desde 1955 hasta mediados de los 60 por lo menos.

Y el Ebro del economato militar que dirigía mi tío. Cada verano, un camión Ebro llevaba los enseres y la compra de un mes a Creixell, donde mi bisabuelo –arquitecto y al que no conocí– había construido una casa de verano a pie de arena de la playa... tanto es así que la puerta principal daba directamente a la arena… más de 100 metros de arena hasta llegar al agua. Cuatro o cinco casas y una caseta de la Guardia Civil, solitarias a pie de playa, que hoy todavía siguen en pie y en uso. Entonces no había gente e incluso los fines de semana se podía jugar un partido de fútbol en la playa sin molestar a nadie.

El pueblo quedaba lejos, así que todo lo que no era perecedero se llevaba en aquel viaje del camión para las tres familias que compartíamos la casa, desde San Juan hasta finales de julio.

Detrás de la casa había un descampado, unas viñas abandonadas, en las que había un par de caminos. Allí comencé a conducir; tenía unos doce años y uno de mis tíos, un Goggomobil, que me prestaba cada tarde media horilla para que a la hora de la siesta lo disfrutase por aquellos caminos en lo que había elegido como un improvisado circuito.

En alguna ocasión había viajado de Barcelona a Creixell en el camión… y por ello tenía ganas de conducirlo. Así que ni corto ni perezoso, cuando el camionero y su ayudante habían completado la mudanza y se refrescaban, no dude en coger el camión y darme unas vueltas por el ‘circuito’. Hubo regañina, claro, aunque más formal y de protocolo que de otra cosa.

Con el tiempo tuve relación con Motor Ibérica. Uno de mis amigos, compañero de estudios en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales, con el que estudiaba en su casa de vez en cuando, Adrià Pérez de Lara, también ‘carrerista’, llegó a ser director Técnico de la marca, a las órdenes de Rafael Boronat, con el que había trabado amistad.

También fue el primer trabajo de Vicenç Aguilera, que después sería alma mater de Seat Sport y director del Centro Técnico de Seat en Martorell, ‘carrerista’ también… y que fuimos al mismo cole, él dos cursos por delante, pero en su clase eran una docena y en la mía 14-15, así que nos conocíamos todos y jugábamos juntos y revueltos a fútbol. Por cierto, Vicenç ha prestado consejos de asesor al actual proyecto Ebro.

Con el tiempo, ya periodista, la relación con Motor Ibérica se estrechó. Me invitaron a correr la Baja Aragón, la primera edición, entonces Baja Montesblancos y con 1000 km non stop, con los primeros Nissan Patrol que se iban a fabricar. Después, les ayude a hacer algunos dossiers de prensa o redactar notas de prensa… las últimas a las órdenes de Eduardo Giró, el gran ingeniero de las motocicletas Ossa.

Antes, Motor Ibérica había adquirido otras empresas menores, como Fadisa o Viasa. La primera fabricaba furgonetas con licencia Alfa Romeo y la que dio lugar a las furgonetas Ebro. La segunda, fabricaba bajo licencia los Jeep, que Ebro siguió fabricando, les llamaba Jeep Ebro e incluso llegó a poner en pie una competición monomarca de rallies off road, el Jeep Cross en el que los hermanos Juvanteny o Miguel Prieto fueron los pilotos más destacados.

Todo esto me vino a la cabeza cuando, ante mi, destaparon el Ebro. El modelo presentado, esta pick-up eléctrica, ha sido realizada sobre base Nissan, al menos para la presentación y los test. Cambiaran cosas internas cuando se fabrique en serie… allí donde se habían fabricado los Ebro.

La vida sigue igual (casi).

Raymond Blancafort
15 de mayo de 2023
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