Por Salvador Prat Ballobar.
El mes de octubre de 1963, a los 12 años, vi en El Mundo Deportivo que se hacía el “Rally de les 2 Catalunyes”, que además pasaba por mi pueblo, Molins de Rei, y subía luego por la carretera de Santa Creu d’Olorda. Así que, ni corto ni perezoso, cogí mi bicicleta y me fui a la curva del kilómetro 1. Recuerdo ver pasar un BMW 700, algún Mini Cooper y, sobre todo, un Ford Cortina Lotus con una franja verde que me dejó un recuerdo imborrable.
A los 13 quería ser periodista y colaboré en la revista “El Yunque”, de mi colegio. Debido a eso, llamaron a mi padre un sábado por la tarde, era finales de mayo de 1965, informándole de que en el III Premio motociclista de Brisamar, en la playa de Comarruga, correría Ramón Torras, una gran figura motociclista de la época, y yo preparé una entrevista por si tenía ocasión de hacérsela. Así fue, nervioso, pero pude hacérsela, y quiso la fatalidad que fuera la última que diera Torras, que murió en esa carrera, un recuerdo que me marcó para siempre. Era el 30 de mayo de 1965.
A los 14 años, el Club Ciclista Molins de Rei organizó una salida en bicicleta a Montserrat, con ocasión de la entrega por parte de Guillermo Timoner de su sexto maillot arco-iris de Campeón del Mundo a la Moreneta. Quiso el destino que hiciera toda la salida hasta Montserrat en el grupo de Domingo Gris, corredor ciclista juvenil en aquel tiempo, que era el rey de los descensos y, posteriormente, varias veces Campeón de España de Motocross. Él me enseñó a trazar las curvas, era un maestro.
En 1970, cuando ya tenia 18 años, y con el permiso A2 recién sacado, supe que en Molins de Rei organizaban una prueba de regularidad para coches y motos, y como no tenía otro vehículo cogí la Vespa 160 de mi padre, con la que gané la categoría de motocicletas. En el reparto de premios hubo alguna suspicacia por parte del Campeón de Catalunya, de modo que le invité a mi casa y le mostré el libro de ruta que yo mismo había hecho para cumplir los horarios establecidos. Al ver las hojas tan pulcramente trabajadas, vino a verme Agustí Torelló, que había participado en la prueba con su Mini, y me preguntó si quería salir de copiloto en rallyes con él. Aquí me acordé del Ford Cortina Lotus y le dije que sí, pero que primero tendríamos que entrenar bien el tema de las trazadas.
Nos inscribimos en un rally que salía de Vallvidrera (yo diría que era el del Club 600) y tomamos la salida en Flor de Maig con el Mini 1000-Stage III Movi, con el extintor y los cierres de capó, creo recordar, como únicas medidas de seguridad obligatorias. El primer tramo, y con las lógicas precauciones, nos salió bastante bien. Los respectivos padres nos pusieron unas estrictas condiciones para autorizar las licencias, ya que, con 18 y 19 años, en aquellos tiempos éramos menores de edad. En el segundo tramo (La Rabassada), y en la segunda curva, el motor del Mini dijo basta y se quedó en tres cilindros, eso sí, continuamos hasta el final del rally, pues era una de las condiciones que nos habían impuesto los padres: llegar y con el coche intacto.
Agustí llevó el coche a Miquel Brunells para hacer motor, y éste le aconsejó pasarlo a 1275. A los pocos días le llamó para decirle que había conseguido un motor Cooper inglés. Dicho y hecho, se pintó el coche de rojo y se le colocó el motor, sin más. Probamos el coche… ¡como tiraba! En el siguiente rally y ya en el primer tramo, Les Maioles, después de una recta, se nos acabó la carretera, pero por suerte nos salimos a un camino y pudimos seguir. La potencia del motor, las suspensiones y frenos de origen y los neumáticos Cinturato textiles, hacían el coche inconducible. Llegamos a meta con los neumáticos delanteros totalmente lisos. Vuelta a Brunells y, ahora sí, en serio: Grupo 2 a tope (cigüeñal nitrurado, pistones de hipolite, carburadores weber, autoblocante, suspensiones, etc.). Según el propio Miquel Brunells daba 100 CV (yo no sé si serían tantos, pero corría y se aguantaba como un demonio).
En los tres primeros rallyes tuvimos que abandonar por problemas eléctricos (nos quedamos sin luces en uno, sufrimos un cortocircuito en los cables en otro y un problema de bujías en el siguiente). Llegó el Rally de Salou y el coche respondió a la perfección hasta el último tramo, en que se bloqueó una rueda posterior en las curvas a derechas, pero no perdimos tiempo y llegamos a meta, abrazándonos como si hubiéramos ganado.
Pasaron las horas y no salían las clasificaciones, hasta que vino a vernos Gaby Cortés y nos dijo que el Sr. Calmet (quedamos justo delante de él en la clasificación) nos ponía una reclamación ya que el coche no era FN (Fabricación Nacional) por el motor Cooper que llevábamos. Me dijo que fuera a verle y le dijera que, si no la retiraba, nosotros reclamaríamos porque sus ruedas posteriores eran de diferente anchura que las anteriores (Seat 1430 creo que 1550) y claro que la retiró... Una gran persona y buen amigo Gaby Cortés. Después de todo esto empalmamos los rallyes de las Cavas y el Osona, con buenos resultados y disfrutando de lo lindo con el coche en ambos.
En ese año 1971, Agustí hizo varias subidas en cuesta, así como las 3 Horas de Barcelona, en las que Miquel Brunells le montó el motor de su Mini (120 CV). Hizo una carrera fantástica, pero rompió precisamente el motor en la última vuelta, frente al restaurante La Pérgola, con una gran desilusión (el coche quedó literalmente bañado en aceite).
Como curiosidad, y dado que en aquellos tiempos encontrar recambios y neumáticos era muy difícil (Brunells iba a Marsella o a Londres a buscarlos), para obtener buenos neumáticos íbamos a Andorra y los teníamos que traer montados en el coche. Contaré una anécdota de un motor Cooper (no sé si el nuestro…). En el cruce de Cuatro Caminos (a 1 km de Molins de Rei) se accidentó un Mini Cooper inglés y fallecieron los dos ocupantes. El coche quedó aparcado junto al taller que había al lado de la estación de servicio (yo fui a verlo). Al cabo de unos días fui a comprobar qué quedaba del Mini y estaba todo… menos el motor. Por si acaso, no hicimos preguntas. En 1972, y debido al servicio militar, Agustí vendió el coche a “papi” Bäbler y después lo vi en alguna foto corriendo en manos de Federico Paracuellos.
En 1976, y en una cena de amigos, Agustí me dijo que qué tal si volvíamos a correr, y como la respuesta fue afirmativa, montó las barras y otros elementos de seguridad en su FU 1600 de calle y allí que nos fuimos. Hicimos cuatro o cinco rallyes y como los resultados iban mejorando, se compró un FL 80 y lo llevamos a Movi, recién salido del concesionario Seat, para prepararlo a máximo de grupo 1.
En Movi hicieron un gran trabajo y el coche, B-3982-BY, fue un clásico de los rallyes, corriendo consecutivamente con él Agustí Torelló, Francesc Junoy, Aman Barfull y otros más que no recuerdo. Como anécdota personal diré que mi primer rally fue con un Mini-Movi, y el último que hice fue con un FL 80, también preparado en Movi.
En 1978, por motivos laborales y familiares, tuve que dejar el copilotaje, pero en todos estos años no he dejado de coger la moto algunos sábados para ir a ver tramos, asistencias e incluso controles horarios para comprobar la continua evolución de los coches.
También recuerdo el día que escuché la noticia de que Carlos Sainz había llamado a mi conciudadano Marc Martí para cubrir la ausencia de Luis Moya por lesión de este. Al día siguiente nos cruzamos por la calle, le pude dar la enhorabuena y mostrarle mi envidia sana por el puesto que iba a ocupar.
Ahora en 2023, después de 60 años de aquel “Rally de les 2 Catalunyes” (ya tengo 72), voy a preparar el rutómetro para los “300+ Kms GMM”, que organiza el Grup Motor Molins para el próximo día 7 de octubre, y en los que, como cada año, voy a participar.
Esta es la historia de un aficionado a los rallyes desde crio, que tuvo finalmente la suerte de copilotar de manera totalmente amateur unos 25 rallyes.
Moltes gràcies Josep y a todos vosotros, también, por leerme.
Salvador Prat Ballobar
Molins de Rei, 25 de septiembre de 2023
JAS Info Service