Ramón Termens: el que más y el que menos 



Por Raymond Blancafort.

El pasado viernes no fue normal. Seguro que, al abrirse las puertas del Cielo, se oyó un grito especial, en clave: “El que más y el que menos…”. Y la respuesta, no se habrá hecho esperar.

Ramón y Paco se han reencontrado. Ramón Termens nos ha dejado para reunirse con Paco Crous. Cada uno de ellos, una personalidad inconfundible, muy especial, de humanidad rebosante. Pero a la vez indisociables.

Cuando el Dakar era el Dakar de verdad, Ramón era indispensable. Para él no había nada imposible: “fil ferro”, cinta americana y un trozo de metal eran suficientes para sacar un coche de cualquier apuro. Y encima navegaba bien.

Si uno de los coches de los que cuidaban Ramón y Paco necesitaba una pieza, ellos la sacaban de debajo de la arena. Y si no existía la pieza, con lo que tenía a mano Ramón era capaz de improvisar una de emergencia.

Cuando Nissan se instaló en España y quiso lanzar el Patrol fabricado en Zona Franca con estilo, decidió alinearlo en la Baja. Cuatro coches oficiales –para Miguel Prieto, Josep Lluís Juvanteny, Mariano Lacasa y Begoña Kaibel–Susi Cabal– y otros dos para prensa, uno de ellos para Manolo Vega –entonces redactor jefe de AutoHebdo Sport– y el menda.

En una reunión previa, surgió la pregunta de quién podía ser el director del equipo y surgió el nombre de Paco Crous. Y Paco se trajo a Ramón, como un seguro de que los coches llegarían a la meta. No eran Zipi y Zape ni Mortadelo y Filemón, pero como estas dos parejas de personajes de cómic, ambos eran todo uno: inseparables.

Recuerdo que, en un Faraones, Josep Lluís Juvanteny rompió la junta de culata en plena especial. Ramón, otro mecánico y yo, cogimos uno de los Patrol de asistencia y tras llegar al primer control de paso casi como los hermanos Juvanteny, comenzamos a adentrarnos en la pista en sentido inverso, ya de noche, hasta dar con ellos. Allí, en plena pista, con la única luz de los faros del coche de asistencia y la linterna sujeta a su cabeza, Ramón desmontó la culata, cambió la junta y sacamos el coche para que pudiera proseguir al día siguiente. Al llegar al campamento, un tentempié y rápido al siguiente punto de asistencia.

Termens era incombustible, capaz de no dormir y mantenerse dos días despierto. Para él la palabra abandono no existía, tampoco la de rendición. Y cuando estaba claro que era imposible seguir, continuaba luchando intentando negar la evidencia mientras se estuviera dentro del tiempo permitido.

Termens corrió varios raids como copiloto de Miguel Prieto en el Nissan Patrol oficial. Juntos ganaron el Rally Faraones de 1986, la primera victoria en la historia de un motor diésel en un raid de primera fila… incluso al año siguiente hicieron historia en el Dakar: por vez primera un diéselse asomaba al ‘top 10’. Entonces los raids exigían no sólo pilotar, sino tener un buen navegante… y saber reparar los problemas sobre la marcha. Y si en lo de navegante era bueno, en lo de reparar sobre la marcha… sólo Rosendo Touriñan, el copi de Juan Porcar, podía estar a su altura.

Por eso lo llamó Anne-Charlotte Verney, una de las mejores pilotos francesas, para que le acompañara de copi en el Dakar (bueno, en 1992 fue París-Ciudad del Cabo) y en el París-Moscú-Pekín. La misma piloto que años antes había llevado a Mark Tatcher, hijo de la primera ministra británica, en el Dakar y se perdieron en el desierto, tardándose tres días en encontrarlos.

Por eso, Nissan lo llamó cuando tuvo que poner un coche para Jordi Pujol hijo. Rompieron en pleno desierto y parecía que todo había acabado. Pero Ramón logró que un lugareño lo llevara hasta el pueblo más cercano; como allí no encontró la pieza necesaria, tomó un taxi y fue a la ciudad marroquí más cercana, unos 200 km. Despertó a un herrero, hizo la pieza y volvió y la montó en el Patrol. Siguieron hasta el campamento en cuanto amaneció… pero llegaron ya con el control cerrado.

Así era Ramón. Imperturbable, luchador. Si alguien encarna el verdadero espíritu Dakar, uno de ellos es él. Su taller era un referente para los ‘dakarianos’, como lo había sido para algunos pilotos de rallies que alquilaban coches a Paco y los preparaba Termens.

Termens tuvo un pilar de apoyo imprescindible en Eli, su mujer. Y ha transmitido su pasión a su hijo, Francesc. No sólo en lo que a mecánica se refiere, sino que Termens hijo pudo haber sido un gran piloto de raids. Con los medios de que disponía logró grandes resultados hasta que se dedicó por completo al taller.

Recuerdo el día que Ramón me llamó para anunciarme que Francesc iba a correr el Dakar Classic, ¡parecía que el piloto iba a ser él! Me pareció una exquisita forma de corresponder al amor filial.

Mientras nos despedíamos del acto del sepelio, ‘Pulgui’ Canela, a quien copiloté en varias ocasiones, me explicó una anécdota cuando corría el Desafío con aquellos irrompibles Simca 1200: “El coche venía muy bajo de delante y le pregunté a Ramón si podíamos levantarlo un poco. Sólo me dijo: súbelo al elevador”, y de repente el coche ya iba más alto: “tocando dos cositas en 5 minutos. Lo probé e iba mucho mejor. Le pedí entonces bajarlo un poco de atrás y en cinco minutos ya era otra cosa. Y al final, endurecer los amortiguadores. El coche era otra película. Cuando llegamos al rally, Rizos Muñoz me dijo “¿dónde vas así?” y me afirmó con decisión que en fábrica pensaban otra cosa. Ganamos por mucha diferencia. En la siguiente prueba todos nos habían copiado”. Así era Ramón.

Te recordaré siempre, Ramón. Los dos, aunque en los últimos años nos viéramos poco, sabíamos que podíamos confiar el uno en el otro y contar con el apoyo mutuo. Bueno, y el día que nos reencontremos seguro que te haré una entrevista.

“El que más y el que menos”. Yo mismo le había susurrado la consigna al oído apenas 48 horas antes en Can Ruti. Con el hilo de voz que le quedaba, respondió a la contraseña, a la par que me apretaba la mano. ¡Hasta siempre Ramón!… o, mejor dicho, ¡Hasta la próxima!

© Raymond Blancafort
7 de octubre de 2023
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