Historia: el Rallye 2000 Virajes (1ª parte) 



Por Antonio Arderiu.

En el mundo de los rallys de mi época había tres papeles cruciales que podías desarrollar: el de piloto, el de copiloto y el de organizador. Aprovechando que estas pasadas semanas, en esta misma página, se han publicado recuerdos del Rallye de los 2000 Virajes, y a que esta misma semana se celebra la edición nº 64 del rally, me gustaría rememorar algunos recuerdos y anécdotas de esta prueba, a la que en mi tiempo procuré no faltar nunca, colaborando en la organización desde que tuve carnet de conducir y hasta que mis obligaciones profesionales me lo impidieron...

Tuve el inmerecido honor de ser el máximo responsable de la prueba durante unos años, por mi condición de responsable del Biela Club Manresa, y viví intensamente lo que suponía la organización de una prueba de estas características. Y me siento muy, pero que muy orgulloso, de lo que llegó a ser el 2000 Virajes y de lo que es hoy, aunque, obviamente, ahora lo disfrutan otros.

El ‘Rallye Internacional de los 2000 Virajes’ se ideó como la prueba reina del Biela Club Manresa. Originariamente, en su primera edición celebrada el 31 de mayo de 1959 estaba abierta a coches y motos, pero cuando alcanzó la puntualidad para el Campeonato de España de Rallyes, en la época presidida por Alejandro Dalmau, quedó vetada la participación de las motocicletas. La idea inicial, que se mantuvo en mi época y más allá de la misma, era hacer un rally vivo, muy vivo. Muchos tramos y enlaces cortos que daban a la prueba una viveza que otras no tenían. Mayoritariamente en la provincia de Barcelona pero, ya en las épocas de Alejandro Dalmau, el rally hacía pequeñas incursiones en Lleida (Coll de Jou) y Girona (Santigosa). Esta idea se mantuvo en las épocas de Ángel Sixto, aunque el equipo era sustancialmente el mismo, con pocas variaciones, del de la época de Alejandro Dalmau.

Organizar el 2000 Virajes no era tarea fácil. De hecho se empezaba la siguiente edición cuando acababa una. En la junta en que se evaluaba como había ido el rally recién terminado, ya se empezaban a adoptar medidas y aportar ideas para la próxima edición. El mayor enemigo a batir era ver como cubríamos el presupuesto que, se lo aseguro, se hacía siempre con mucha prudencia y sin ningún lujo superfluo ni concesión a la galería. Nos teníamos que romper la cabeza para saber de donde podríamos sacar un poco de “pasta” para atender a los gastos que la organización de una prueba de este tipo comportaba, buscar ideas de ahorro o ingresos que ayudasen (como la que les contare con el Hotel Bruch), ir a Pirelli a que el Sr. Boada (que siempre fue muy colaborador con nosotros) nos diera los dorsales, ir al ayuntamiento a pedir subvención, ocupación de la vía publica, señalización, policía, vallas, etc.

También había que hablar con el RACC para la camioneta-oficina; con la Federación Catalana de Automovilismo; con la Federación Española; buscar por el tejido manresano, que siempre respondía en mayor o menor medida; buscar el coche liebre y el coche cierre; ocuparse de alquilar los cronómetros oficiales homologados (aquellos de color naranja por los que debías dejar un deposito de 50.000 “cucas” (una fortuna para el Biela); las radios, pues no había móviles; planear el itinerario y negociarlo con el Coronel Linares primero y con el Sr. Pedragosa después; buscar todos los permisos; hablar con los otros clubs para que ayudaran; con Cruz Roja y Guardia Civil para el cierre y la seguridad de los tramos; con las grúas; prever el hospital por si las moscas... Durante muchos años, Jordi Pons, que era el secretario del Biela, ayudado por Carmen López, coordinaba todo esto y, además, encontraba tiempo para participar como copiloto, era de los más buscados y deseados (y entrenar, naturalmente).

Cuando me tocó a mi, el Director de Carrera fue Josep Mª Fornells, quien le dio un giro, a mi modo de ver, acertado, que consistió en hacerlo tipo Critérium (como el de Cevennes, pero “Bages Style”, para que nos entendamos). La primera dificultad estaba en encontrar un lugar apropiado para establecer la base del rally. En todas partes nos pedían mucho dinero para cedernos las instalaciones que precisaba el rally. Y también era muy difícil pedir dinero y obtenerlo para poder sufragar este coste. Al final, echándole imaginación al asunto, hablamos con Josep Vives, un auténtico caballero, dueño del complejo del Hotel Bruch con el que convinimos una especie de esponsorización a base de prestación de servicios. Es decir, el cedía las instalaciones del complejo y nosotros le hacíamos la publicidad (y le llenábamos el hotel). Vamos, lo que los pijos dirían hoy un “win to win”. Y funcionó.

Lamentablemente, el primero que tuvo que utilizar una habitación del hotel fue este su seguro servidor. Y les explico el por qué. En el primer Rally 2000 Virajes que caía bajo mi responsabilidad, la Federación Española de Automovilismo envió un Comisario, D. Joaquín Arévalo Eizaguirre, persona muy cordial y afable que por cierto falleció hará unos 8 años. Don Joaquín vino del RACV-N, llegó a Manresa en su coche, un Seat FU, nos presentamos, le dimos la documentación que solicitó y, como responsable del club, me ofrecí a acompañarle al Hotel Bruch, donde le habíamos reservado una habitación distinguida.

Joaquín Arévalo quiso ir, obviamente, en su coche, y yo le acompañé. Era una noche gris, húmeda y con neblina, muy manresana. Cuando dejamos atrás Manresa y enfilamos Can Masana ya vi que tenia ganas de darle. Después del puente de Salelles apretó a fondo y quise advertirle que la primera a derechas era traidora. No llegué a tiempo. El coche salió recto, picó de morro en el campo, saltó el parabrisas y yo salí disparado por él. Recuerdo la sensación de frío al salir despedido y el pensamiento de que “ahora te darás un buen costalazo”, como así fue. Pero el pobre Joaquín no tuvo tanta suerte y quedo atrapado en el vehículo y en bastante mal estado.

Afortunadamente, en aquellos momentos venía en dirección contraria la ranchera Dodge de Enrique Palacios en la que iban (creo recordar, hace 50 años) Jordi Pons, Pere Bacardit y Ernest Ros que es, y ya era, un excelente médico traumatólogo. Nos llevaron al hospital donde ingresaron a Joaquín y a mi me hicieron un poco de “chapa y pintura” pero, la verdad, no estaba para muchos trotes, así que ocupé la habitación originariamente reservada al comisario de la FEA en el Hotel Bruch y a la que me llevaron Andreu Trillo y Josep Maria Fornells. Al día siguiente, ya en forma para lo que fuese. Tenía 23 años…

Hay que tener en cuenta que el Biela era, y es, un club de aficionados. Nadie vivía del mismo, no teníamos personal asalariado, ni nosotros mismos podíamos dedicarnos al club por tener, obviamente, obligaciones profesionales y familiares de todo tipo. Nuestra sede y nuestro campo de actuación era Manresa y el Bages, lo que, en aquella época, era una dificultad añadida pues, para cualquier gestión, búsqueda de sponsor, permisos, etc., debías ir a Barcelona, bien por Can Masana (más racing) o por Monistrol. Y teníamos que suplir nuestra escasez de medios económicos con imaginación, ideas y trabajo. A pesar de esas dificultades el Biela, ¡¡en un año!! organizaba la Subida en Cuesta a Montserrat, el Mini Rally, el Trial del Bages, los Dos Días Todo Terreno, la Subida en Cuesta a la Mina, el Rally del Bolet y algunos años un motocross o el Jeep Cross, además del querido 2000 Virajes. ¿Hay quien de más?

El rallye era una prueba singular y pionera en su especialidad y llegó a ser calificado por Antonio Zanini (revista Play-Boy, noviembre de 1977) como el mejor rallye del campeonato. En primer lugar era un rally muy vivo. En las primeras épocas se hacían muchos tramos largos, separados por pocos kilómetros de enlace, pero recorriendo toda la geografía de la provincia, con incursiones en Lleida y Girona. El rally tenia un tramo fetiche: “Estenalles”, que se hacía en varios sentidos y que Sandro Munari había calificado como el mejor tramo del mundo (revista Fórmula, 1973), una salida y llegada siempre con “Pont de Vilomara” como referencia (con la paella a rebosar de gente, fuere la hora que fuere) y luego tramos en aquel entonces desconocidos como La Mina, Borredà-Alpens, Coll de Jou con su larga recta muy llena de niebla, Les Solanes, Montserrat, etc. etc. Ello imprimía un ritmo frenético a participantes, equipos y organizadores, al que tampoco era ajeno su colocación en el calendario, tras el Barcelona-Andorra, organizado por el RACC, mucho más “pijo” pero incomparablemente menos competitivo. Era un rallye aventura en la verdadera acepción de las palabras.

(Fin 1ª parte, mañana la 2ª)

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